Fue por allá de finales de diciembre, el 22 para ser exactos, además de que fue el último día del periodo ordinario de sesiones y por mayoría de votos, que nuestro Congreso local aprobó la reforma electoral que el Ejecutivo propuso.
Casi de madruguete se dio y a raíz de ahí el estira y afloje no se ha detenido, pero en estos tiempos parece que la cosa se está acomodando. Para que esta reforma tenga efecto se necesita el sí de la mitad más uno de los municipios de Hidalgo, y hasta el corte de ayer viernes una treintena estaba ya dentro del aro, al menos 15 más son necesarios para que este ajuste sea promulgado, se publique en el Periódico Oficial del Estado de Hidalgo y entre en vigor.
Obvio fue que el PRI puso el grito en el cielo diciendo que no estaba de acuerdo y desde entonces ha estado pidiendo a sus huestes (presidentes municipales) que digan que no a la reforma, el tema está que no les ha salido del todo, porque varios tricolores ya dieron el espaldarazo a la propuesta emanada del que maneja Plaza Juárez.
Los cambios no son nada menores, por el contrario, son de alto impacto en el ámbito electoral, se aprobó la reducción de cuatro a tres años los periodos de presidentes municipales, regidores y síndicos, pero por igual se podrán reelegir un periodo adicional consecutivo, es decir, que si vuelven a ganar estarían hasta 72 meses en el poder.
Y quizá lo que levanta más escozor es que para empatar las elecciones del 2030, el 2028 se elegirá gobernante que tan solo durará dos años; una gubernatura tan corta no servirá de mucho a menos que sea la continuidad del periodo anterior, que entonces sí, estaríamos pensando en un ejercicio de 6 años totales para que los proyectos que se iniciaron se concreten, caso contrario, de muy poco servirá un periodo tan breve, bueno, serviría para jalar harto dinero para las arcas de los partidos ya que como sabe el dinero fluye y bastante en periodos electorales, todo pinta para que la reforma sea aceptada.
David Aarón Cárdenas