El día de ayer, el Gobierno argentino fijó el salario mínimo en 180.000 pesos para el mes de febrero (210 USD en el cambio oficial) y en 202.800 pesos para marzo (235 USD), lo que representa un aumento del 30% en dos cuotas. Esto, luego del fracaso de la reunión del Consejo del Salario, conformado por representantes del Gobierno Nacional, las cámaras empresariales y los sindicatos, en la que no se llegó a un acuerdo sobre el nuevo piso salarial.
Ante este panorama, la Confederación General del Trabajo de Argentina, la principal organización sindical del país, ha abierto la posibilidad de convocar a un nuevo paro nacional. La CGT ponía sobre la mesa un incremento del 85%, sobre la última cantidad a partir del 1 de febrero. "En tiempos de altísima inflación y con aumentos intolerables e injustificables de precios, establecer un piso social es necesario e impostergable", sostuvieron en un comunicado.
Con el nuevo salario mínimo, Argentina ocupa el quinto lugar con el salario mínimo más bajo de la región, por debajo de países como Nicaragua, Haití, Cuba y Venezuela. Además, en enero, volvió a perder contra una inflación que en enero fue del 20,6%, ligeramente por debajo de las expectativas de los economistas del 21 por ciento.
El dato de inflación del primer mes de Javier Milei refleja los aumentos de precios tras las liberalizaciones y la devaluación que impuso su nuevo régimen. Los bienes y servicios han aumentado un 40%; el transporte un 26%; y tanto la salud como los alimentos han superado el 20%. Comprar productos de la canasta básica en Argentina se asimila a los precios en España, con un sueldo casi nueve veces inferior.
Recientemente, el Observatorio Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), publicó que en apenas dos meses del Gobierno de Javier Milei, la pobreza alcanzó el 57,4%, porcentaje que representa a 27 millones de personas, durante el primer mes de 2024. Su director, Agustín Salvia, estimó que el nivel de pobreza llegará a casi el 60% entre febrero y marzo. "Si esto le sale mal al Gobierno, el empeoramiento será mayor y el estallido social aparece", dijo en entrevista para un medio de ese país.
Mientras el poder de compra del pueblo argentino cayó un 13% solo en diciembre y el presidente Javier Milei dice que lo “peor va a ser entre marzo y abril”, en la Casa Rosada dicen estar “entusiasmadísimos” con el trabajo que vienen haciendo para atacar la inflación y los problemas económicos.
Qué más se puede esperar de un presidente que gobierna cargado de ira y venganzas, siempre desde la agresividad, en un país que pide a gritos consensos. Mientras se pierde en su misoginia y su odio contra voces como la de la artista Lali Espósito, el pueblo argentino se sigue hundiendo en la miseria. Desde el progresismo también se ven patadas de ahogado de todos lados, pero poca unidad para enfrentar a semejante engendro.
Además, recientemente Milei ha anunciado sus intenciones de “dolarizar a la ecuatoriana” y dijo que tiene pendiente una reunión con "los que hicieron la dolarización en Ecuador".
La dolarización significó un enorme sacrificio y costo para el pueblo trabajador ecuatoriano; los depósitos se pulverizaron y eso podría suceder en Argentina. La dolarización en sí misma no es garantía de estabilidad sino un elemento que genera una fuerte restricción a la herramienta de política económica más importante que tiene un país. En marzo de 1999, como antecedente a la dolarización, las y los ecuatorianos vivieron un feriado bancario y en ese lapso el gobierno congeló los depósitos de los ahorros durante un año para evitar el retiro masivo de divisas o una eventual hiperinflación. Sin embargo, la gente no volvió a ver su dinero.
Dicho feriado significó la tasa más alta de suicidios y de migración para el Ecuador, además de un costo para el país de cerca de 6.000 millones de dólares para la época.