Después de la Consulta Popular, la oposición terminó de entender que la mejor batalla frente a AMLO es precisamente la que no dan. Así, el presidente del PAN, Marko Cortés, anunció que la coalición Va por México promoverá una acción de inconstitucionalidad ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación en contra de la revocación de mandato.
Aunque se trata de una figura irreversible constitucionalmente, frente a la imposibilidad de ganarle esta pelea al Presidente, precisamente peleándola, la oposición PRI-PAN-PRD prefiere no entrarle al ejercicio contra un presidente que sobrepasa el 60% de aprobación en todos los escenarios posibles desde que inició su mandato, incluyendo una pandemia.
El PAN le dijo sí a la figura de la revocatoria y ahora señalan que las reglas son injustas, que se trata de un derroche, y que por eso no participan de la contienda “porque no hay que hacerle el juego al Presidente”.
Todos los días se lanzan contra el desgobierno de AMLO, el extravío que dicen que padece, y el dizque descontento de millones de mexicanos que vieron traicionado su voto, y de otros tantos que reafirmaron que el Presidente es un peligro para México y, sin embargo, prefieren no jugar la carta más poderosa que tienen para parar este “desangre”. Ante un gobierno demócrata legítimo y fuerte, la oposición prefiere la inacción.
Son políticos, pero prefieren no entrarle a la política y jugar a la desmovilización. Cada vez hay menos espacio para el diálogo y el debate, mientras las pataletas, las fracasadas marchas de FRENAAA y sus hashtags agringados, los detectores de mentira regalados, y las Lilly Téllez ganan protagonismo en los titulares. Esta vez, como en la Consulta Popular, prefieren apostarle a ganar la pelea por debajo de la mesa; los defensores de la democracia haciendo su papel menos demócrata posible, pero seguramente más efectivo.
Sin embargo, en esta dinámica de enemigos casi irreconciliables, en el que la oposición le juega al vacío, nos adentramos en un juego de suma cero. Estamos en medio de una oposición electoralmente derrotada, — aunque con algunos aires de valentía por los recientes resultados en la capital mexicana— y un gobierno altamente popular, difícil de vencer, pero con grandes reformas por emprender como la Eléctrica que va bastante atorada.
La única forma de resolver esta encrucijada es por la fuerza del voto, esa que tanto le gusta y de la que sale bien parado el presidente. En esta como en otras batallas, la oposición preferirá el ruido mediático que empantana y confunde, y las mañosas maniobras del INE, mientras que López Obrador hará de su triunfo el resultado de un juicio simbólico en el que la gente, una vez más, le da la razón al cambio emprendido por la Cuarta Transformación y a su rechazo a las rancias élites.
Desde que el Presidente fue electo hasta el día de hoy, la oposición sigue sin comprender su papel en esta nueva configuración política e igual de estupefacta viendo cómo le pasa por encima el tren. Así, comiendo ansias.
Daniela Pacheco