“Bastarse a sí mismo es también una forma de felicidad”. Aristóteles
El próximo jueves se celebra a nivel mundial el día internacional de la felicidad.
Desde el año 2013 las Naciones Unidas instauró esta fecha para tomar conciencia de una condición indispensable para los humanos a pesar del término tan manoseado por algunos autores de superación personal.
Tratan al término (felicidad), sin entrar en conceptos o definiciones serias como si la felicidad fuera una “mercancía” que se encuentra en playas, restaurantes, antros, cantinas o sobre ruedas. Ir al origen desde una concepción filosófica o académica les da hueva.
La banalidad y el “antilectualismo” les generan más seguidores donde la ausencia de moral y de valores son campo fértil para reproducir una especie de “zoombies”.
De casas de famosos e impresentables influencers mejor no hablamos.
La mercadotecnia materialista y capitalista nos taladran la idea que “tener” es más importante que el “ser”.
De ahí el aspiracionismo fantoche, las necesidades inventadas y el deseo insatisfecho de estar comprando siempre “cositas” para estar feliz.
Nada más ridículo y apartado de la realidad cuando esos deseos controlan al ego y abren la puerta a otro tipo de “placeres” que se suelen confundir con la felicidad.
Estos pueden llevarnos a la destrucción o muerte sin descuidar que las adicciones requieren trato profesional y técnico.
Esta reflexión a propósito de una campaña que puso en marcha la presidenta Claudia Sheinbaum contra el consumo de drogas donde el fentanilo está causando muchas muertes y un resquebrajamiento social en la juventud de nuestro país vecino.
Los carteles de las drogas se disputan el mercado y la erupción de nuevos opioides nos amenazan sin tregua.
La campaña tiene como propósito desmotivar y prevenir el consumo de drogas en edades tempranas y, sobre todo, en la juventud quienes pueden ser presa de adicciones y de una puerta falsa a quienes piensan que las drogas producen felicidad por despertar neurotransmisores que producen placer, principalmente la dopamina o, la “molécula” de la felicidad como algunos adictólogos le llaman.
Que contradicción tan inefable: A los drogadictos el consumo de drogas o estupefacientes les provoca “felicidad” pero lo que en realidad les produce es placer y a su vez adicción, que es muy distinto a tener una vida equilibrada y saciada de las necesidades básicas del hombre que son adornadas por la cultura, la educación, el deporte, etc., y eso si es felicidad.
A este equilibrio del bienestar o de la vida buena los sabios griegos la definieron como “eudaimonia” o felicidad.
El florecimiento del ser humano no debe estar condicionado por las drogas o por recursos externos de adicción a la dopamina.
La felicidad está en el interior desde una perspectiva aristotélica, en las sombras citando a Carl Jung, en el Canon Pali para los budistas, en los evangelios de Jesús o en el Quijote de Cervantes por mencionar ejemplos. Hay que buscar referentes de vida.
Ser consciente que la felicidad tiene que ver con una “elección” y no, con una desmedida apetencia de los deseos que descontrolan la carreta de la vida cuyo destino es la muerte.
@CUAUHTECARMONA