La educación es lo que más molesta a los ignorantes.
Los adultos creemos que la instrucción inicial en nuestro país está mal y quisiéramos que fuera acorde con nuestras creencias, a nuestras filias y fobias y cada quién es libre de pensar lo que quiera y, si los tiene, es libre de educar a sus hijos en el sentido que lo desee.
El problema es cuando ese adulto ignorante tiene tanto poder como para influir en las políticas públicas y alterar los lineamientos y contenidos de la educación pública a los cuales quiere someter a su cerrada y obtusa visión parcialísima del mundo en la que, para él, lo único importante no es ilustrar, sino adoctrinar a los infantes en los ideales y ocurrencias del gobierno en tuno para perpetuar su imagen, alimentar su ego y ensalzar “su gesta” y a sus incondicionales.
Ahora estamos pasando justamente por un nuevo episodio en el que se cambia la orientación de la educación pública y no es la primera vez, pero sí es, posiblemente, la desviación más anticlimática y contraria al avance de la ciencia y la democracia de la que tengamos conocimiento en los últimos 30 o 40 años.
El problema no es actualizar o adecuar los contenidos, sino la forma unilateral en que se hace, sin considerar otras visiones, sin ponderar la diversidad de enfoques y hasta exagerando algunas interpretaciones muy particulares y sectarias de una camarilla política.
Dado que la estructura y la nomenclatura del sector educativo depende de la nómina y ésta del presupuesto federal, solo los padres de familia podrán hacer frente a la nueva ofensiva de ocurrencias -que no merece la categoría de ideológica-, de manera organizada o en lo individual estando cerca de los materiales y lecciones que reciben sus hijos en la escuela.
Ahora, en la educación básica la lucha ya no es solo por el regreso o por el fortalecimiento de materias como educación cívica y ya no hablemos de una formación en inteligencia emocional -tan necesaria en nuestros tiempos-, sino por preservar una visión de nación plural, diversa, tolerante y participativa desde los primeros años de escuela. Si no lo logramos, lo lamentaremos por muchos, muchos años.