Las declaraciones de George Soros en Davos, hechas a principios de la semana pasada, han sido reproducidas en todas las redes, en todos los medios, sobre todo sin duda por su carácter escandaloso. Son en efecto escandalosas, pero también son ciertas. Por eso vale la pena que volvamos a ellas, con más calma.
Soros nació en 1920 con el nombre de György Schwartz en un país que acababa de desaparecer con la Gran Guerra: el Imperio de Austria-Hungría. A los 13 años vivió, y sobrevivió, la ocupación nazi de Hungría (su familia era judía) y a los 15 años vivió, y sobrevivió, la invasión soviética de Budapest (su padre había sido prisionero en Rusia). Es lo primero que habría que notar, que Soros es un sobreviviente, con una experiencia de vida muy distinta a la de la mayoría de las personas que vivimos en Occidente. Porque la mayoría de estas personas hemos vivido un mundo en el que, a pesar de todo, por ya cerca de un siglo, ha prevalecido la estabilidad y la paz, y hemos llegado a creer que así será siempre. Pero la estabilidad y la paz pueden desaparecer.
Sus declaraciones en Davos fueron detonadas por la guerra en Ucrania. “La invasión puede haber sido el comienzo de una tercera guerra mundial y nuestra civilización”, dijo, “es posible que no la sobreviva”. La gente en el foro lo escuchaba, sombría. Lo que decía era escandaloso, pero también cierto. Por eso es tan importante que las decisiones que tomen los países involucrados sean correctas. El presidente de Estados Unidos acaba de anunciar que enviará a Ucrania misiles que pueden en principio llegar al interior de Rusia. Es una decisión equivocada.
“El mundo está desgarrado entre dos sistemas de vida que están diametralmente opuestos”, agregó. “La sociedad abierta y la sociedad cerrada”. Soros huyó de Hungría al fin de la guerra; vivió en Londres, donde estudió con un profesor también austro-húngaro, también nacionalizado inglés: Karl Popper, quien elaboró esa distinción en su libro La sociedad abierta y sus enemigos. Ese desgarramiento no terminó con el siglo XX: va a marcar, marca ya, el siglo XXI. “El día de hoy, China y Rusia representan la amenaza más grande a la sociedad abierta”.
China atraviesa un momento delicado. “Xi Jinping guarda una culpa en secreto. No dijo nunca al pueblo chino que había sido inoculado con una vacuna diseñada para combatir la variante original de Wuhan, pero que ofrece poca protección contra las nuevas variantes”. El confinamiento en China para frenar el covid ha provocado que la economía caiga por un despeñadero, pero el líder no puede confesar su error en vísperas de su tercera elección, este otoño, como presidente de la República Popular de China.
“La guerra ha marginado a un segundo plano la lucha contra el cambio climático. Pero los expertos nos dicen que estamos fracasando, que el cambio climático está a punto de ser irreversible. Eso podría ser el fin de nuestra civilización”. Vivimos hoy más que nunca, en efecto, una tensión entre la necesidad de acción global colectiva, para enfrentar problemas como el cambio climático, y la aspiración creciente de reconstruir la comunidad política tras las fronteras nacionales. Todo esto es escandaloso, y es cierto.
Carlos Tello Díaz*
*Investigador de la UNAM (Cialc)