Es el año de 2021, en que nuestro gobierno conmemora la fundación de Tenochtitlan (1321), la caída del Imperio Azteca (1521) y la consumación de la Independencia (1821). Pero la fundación es de mentiras: lunar. Y la caída es, justamente, una caída, una derrota. Y la independencia de España, aunque real, es consumada por el héroe de los conservadores: el general Agustín de Iturbide.
México no es el único país que no sabe qué hacer con su historia. Francia recordó hace unas semanas el bicentenario de la muerte de Napoleón Bonaparte, acaecida el 5 de mayo de 1821. El presidente Emmanuel Macron no supo qué hacer con él (a diferencia, por ejemplo, del general Charles de Gaulle). Napoleón está presente en toda la arquitectura de la capital de Francia: en las avenidas que llevan los nombres de sus mariscales y en muchos de sus puntos de referencia urbanos más importantes. Pero su legado es ambiguo. Fue el primer cónsul de la República, y consolidó los principios igualitarios de la Revolución. Pero también fue el hombre que se hizo coronar emperador, el responsable de las guerras que dejaron un rastro de dolor y de muerte en Europa. Y fue también, como lo recordó el propio Macron, el hombre que restauró la esclavitud en Francia, en 1802.
Conozco un dato más en la biografía de Napoleón. Ocurrió en 1799. Bonaparte estaba en Egipto. Conquistó Gaza y tomó por asalto Jaffa, donde sus soldados robaron, violaron y mataron a hombres, mujeres y niños, y tomó prisioneros a 4 mil turcos. Napoleón debió tomar entonces una decisión. No podía mantener con él a cuatro mil prisioneros, pues no tenía víveres. No podía mandarlos a Francia, pues el Mediterráneo estaba bajo el control de Inglaterra. Tampoco podía dejarlos en libertad. Tomó la decisión de matar a los prisioneros, el 10 de marzo de 1799.
¿Qué dicen sus biografías al respecto? He leído la de Vincent Cronin y la de Emil Ludwig. Cronin comenta que los turcos “fueron fusilados” (Napoleon, Harper, Londres, 1971, p.160); Ludwig, en cambio, afirma que fueron “pasados a cuchillo” (Napoleón, Editorial Juventud, Barcelona, 1956, p.117). Otras fuentes me hacen pensar que Ludwig está más cerca de la verdad: los turcos fueron amenazados por las balas de los franceses, que los empujaron hacia el mar, muriendo ahogados o acuchillados. _
Carlos Tello Díaz
Investigador de la UNAM (Cialc)