Cerca de 120 millones de brasileños votaron el pasado 2 de octubre en la primera ronda de la elección en Brasil. Las encuestas daban una ventaja a Lula de 11 puntos sobre Bolsonaro. La diferencia, al final, fue de solo cinco puntos (48 y 43). Ambos disputarán la presidencia este domingo. A lo largo del mes, Bolsonaro ha cerrado la brecha que lo separaba de Lula. Tiene ahora una intención de voto de 48, frente a 52 de su rival. Apenas cuatro puntos de diferencia. Las mujeres prefieren a Lula; los evangélicos, a Bolsonaro. Ambos serán decisivos este domingo. Es la segunda vez que compiten en un proceso electoral, aunque en el otoño de 2018, Lula, al frente de las encuestas, fue impedido por la ley de llegar hasta el final de la elección, que ganó Bolsonaro.
Bolsonaro nació en 1955 en el estado de Sao Paulo, descendiente de migrantes de Italia. Sirvió en el Ejército durante 17 años. Lo dejó con grado de capitán y con reputación de ser un hombre ambicioso y agresivo. Tras su paso como consejero por la alcaldía de Río de Janeiro, en 1991 resultó electo al Congreso de Brasil. Fue diputado desde entonces, siempre marginal, siempre irrelevante, a pesar de haber sido un provocador en busca de notoriedad, con exabruptos racistas, homófobos y machistas que involucraron a sus propios hijos. Siempre defendió la dictadura de su país, en el poder entre 1964 y 1985. Nunca se integró al sistema de partidos. Llegó al poder en medio de la crisis de confianza en ese sistema y en las instituciones de su país, montado en una ola de descontento por la corrupción y el crimen en Brasil. Su gobierno no trajo novedades. Todos sabían que era enemigo de la conservación del medio ambiente y de la protección de los derechos de los pueblos indígenas, y amigo de los vendedores de armas de fuego y de los ganaderos y agricultores de soya del oeste del país. Aun así, sorprendió la deforestación salvaje que detonó en el Amazonas y la desastrosa respuesta que dio a la pandemia del covid.
Lula nació en 1945 en el noreste de Brasil. Emigró de niño a Sao Paulo, donde fue limpiabotas, mozo de tintorería y recadero de talleres y fábricas de cinturón, hasta los 14 años cuando encontró su primer empleo formal en una planta de producción de tornillos. Fue uno de los fundadores del Partido de los Trabajadores. Tras varias derrotas, y tras suavizar su discurso, ganó al fin la presidencia en 2003. Lanzó el Programa Hambre Cero y el Plan Nacional de Erradicación del Trabajo Esclavo, y fortaleció el salario mínimo, que llegó a triplicar en Brasil. Pero también salvaguardó la autonomía del Banco Central, pagó la deuda externa, impulsó una reforma para atrasar la edad de jubilación de los funcionarios y recortar sus pensiones, y cumplió todos los compromisos adquiridos con el FMI. Con todo eso cayó la inflación, aumentó el superávit fiscal y comercial, y el mercado financiero respondió con la apreciación del real frente al dólar y la revalorización de los títulos de deuda pública de Brasil. En 2010, al dejar la presidencia, tenía una aprobación de más del 80 por ciento.
Ojalá que gane Lula este domingo, por el bien de la democracia, el medio ambiente y los más pobres de Brasil. Ojalá que gane por un margen que no dé base a Bolsonaro de negar su derrota, como ya sabemos que lo hará.
Carlos Tello Díaz
Investigador de la UNAM (Cialc)