En nuestros más recientes lustros de violencia e inseguridad, el carácter de los delincuentes y grupos criminales ha ido cambiando o abarcando nuevas áreas: las drogas —producción, venta, distribución—, tráfico de personas, extorsión, acaparamiento de mercados y mercancías, etcétera.
En varios momentos y por diferentes causas hemos visto suceder eventos que marcan a la opinión pública y el momento de la criminalidad. Hay varios de estos eventos y reacciones gubernamentales, pero tal vez el más claro es lo sucedido después de la masacre de Villas de Salvárcar y el programa “Todos Somos Juárez”.
La ciudad ya estaba tomada por el crimen antes de la matanza, el país ya llevaba unos años sumergido en la violencia por la guerra del calderonismo y la respuesta de los criminales, pero fue ese evento trágico y la mala respuesta inicial del gobierno la que, gracias a la presión social, provocó el programa que juntó recursos, muchos, personal y una estrategia focalizada que en algo ayudó a reconstruir una ciudad que había sido aplastada por la criminalidad y el abandono. Hay que decir que, para variar, hubo cambios de gobierno, cambios de estrategia, y pues hoy Juárez no se ve muy bien.
Sabemos que el presidente López Obrador no cambiará la estrategia, ni siquiera aceptará que, como muestra lo sucedido en Estado de México, el mayor problema hoy tiene que ver con la toma de territorios para controlar la producción y el comercio. Para colmo, son tiempos de elecciones y ni modo de hoy decir que algo va mal, si de por sí. Pero el problema no se va a terminar por ignorarlo. En amplias zonas del país las organizaciones criminales dominan la producción, distribución y venta de mercancías. Extorsionan comercios. Quien gane la Presidencia heredará el problema, muy posiblemente agravado.
Las dos candidatas han formado equipos de estudio y discusión de su programa de gobierno. Tendrán meses para proponer una estrategia que haga sentido.
Porque no, no es un asunto de atender “las causas”, como insiste Sheinbaum, ni nada más de desmilitarizar, como dice Gálvez. Se entiende que están en campaña, pero por favor.
Omar García Harfuch por un lado y Rubén Moreira en el otro tienen un reto enorme. Ambos han dado resultados, uno como gobernador de Coahuila y el otro en Ciudad de México. Pero ahora se trata de todo el país y otro tipo de problema, uno mucho más extendido y complicado. Y no, no se acaba con un par de medidas.
De eso habría de tratarse la campaña.