No hay otra manera de entender el presupuesto que le asignó la mayoría gubernamental al Instituto Nacional Electoral más que como una provocación. Una de la que no se ve cómo podrá el instituto salir bien librado.
El recorte desde lo pedido por el instituto equivale a la consulta popular y al ejercicio, en las urnas, de revocación de mandato. Y la mayoría de Morena y sus aliados le dijo al INE no te daremos dinero para este ejercicio que nosotros queremos.
El secretario de Gobernación, el Presidente y los líderes de Morena en la Cámara de Diputados han dado todos soluciones absurdas o imposibles por ilegales: que si se bajan los sueldos, que si por ahí tienen unos fondos, en fin…háganle como quieran.
Todos los consejeros del INE que han hablado públicamente del asunto están de acuerdo en que es imposible con ese recorte hacer el ejercicio de revocación y han expresado la idea de acudir a la Suprema Corte de Justicia para que con una controversia constitucional dirima el asunto.
Los números están claros, con ese presupuesto no hay manera. Ya veremos qué dice la Suprema Corte. Pero, desgraciadamente, pienso que el daño está hecho.
No son nuestros tiempos en que los números, las sumas y restas o la ley importen demasiado. Importan la polarización, la grilla y el debilitamiento —para mí inexplicable— de un instituto que ha dado a México confianza en sus procesos electorales (además de la única identificación que todo mundo respeta).
Pienso en escenarios: digamos que la Corte no resuelve, por tiempos o por algún enredo legal. El INE podría simplemente decir: no puedo, no la hago. Imaginemos la reacción en las mañanas en Palacio y en las tardes en las redes.
El INE podría decir la haré, pero con tres pesos rascados por ahí, pocas urnas, poca infraestructura; el ejercicio fracasa por todos lados. Imaginemos la mañana siguiente en Palacio y la tarde en redes y otros espacios.
Digamos que la Corte corrige el absurdo y le llega dinero al instituto. El morenismo se lanzará, como ya lo ha hecho, contra la Corte como un añadido al embate contra el INE.
Y luego no vaya a ser que, como suele suceder en estos ejercicios, más allá de muchas urnas y mucha promoción, los números finales sean más bien pobres. Se culpará desde el oficialismo al INE.
Todo mal, pues. Una desgracia.
Carlos Puig
@puigcarlos