Después de imponerse en las primarias de New Hampshire, Trump avanza con paso firme hacia la nominación como candidato presidencial del Partido Republicano para las elecciones de noviembre. La pregunta en el círculo rojo no es ya si puede ser de nuevo presidente (supera a Biden en las encuestas), sino cuál sería el futuro de la democracia de Estados Unidos con un Trump reloaded.
Trump ha sido un personaje controversial desde el inicio. Tiene cuatro procesos judiciales en curso, ha manifestado sin tapujos su postura xenófoba y antinmigrante, es ofensivo e intransigente en sus presentaciones públicas, e incluso muestra signos de demencia senil (confundiendo a Biden con Obama).
En tiempos de política convencional, la de la virtud y la moderación, Trump sería inelegible; pero vivimos tiempos complejos. ¿Qué explica el apoyo de una gran parte de la población?
Para Robert Reich, economista y miembro del Partido Demócrata, la respuesta es clara: Trump ha sabido explotar la frustración y la ira de la clase media; millones de personas que ven cómo el futuro se les escapa de las manos.
Aunque el PIB per cápita en los EEUU pasó de 26 mil dólares en 1993, a 76 mil en 2022, el 62% de los norteamericanos apenas puede pagar sus cuentas con su salario mensual. Según la Reserva Federal, en 1993 la clase media poseía el doble de riqueza que el 1% más rico. Hoy, este 1% acumula más riqueza que toda la clase media del país.
La extrema desigualdad se legitima por el mito meritocrático: los millonarios lo son por mérito propio, porque han trabajado duro para amasar sus fortunas. El filósofo Michael Sandel tiene razón al señalar que la “tiranía del mérito” divide a la población en ganadores y perdedores; a los primeros los vuelve arrogantes y a los segundos los humilla. Trump se ha erigido como líder de un enorme grupo de votantes humillados por las élites, víctimas de un sistema que les ha jugado en contra.
El verdadero riesgo para las democracias liberales no son figuras como Trump, quien es solo un vehículo carismático del descontento. El problema es la humillante desigualdad. Si en México no nos vemos en el espejo de los estadounidenses, no estamos entendiendo nada.