La autocracia ya no es lo que solía ser, para bien y para mal. Para bien, porque los “dictadores modernos” (salvo excepciones, como algunos países africanos, medio oriente, Corea del Norte…), ya no recurren a las matanzas y al terror para controlar a sus pueblos.
Para mal, porque se han reinventado y legitimado, ahora son más sutiles y sofisticados, buscando modernizarse en un mundo hiperconectado que poco tolera ya la brutalidad. Se presentan como demócratas y pregonan las libertades -mientras dichas libertades no sean un riesgo a su permanencia en el poder, claro está-.
Ya no visten de verde olivo, ahora usan trajes y corbatas impecables, celebran “elecciones libres” (ej. Putin, Erdogan, Orban, Maduro, etc.). Su estrategia ya no es el terror y violencia, sino la mentira y manipulación. Son más “civilizados”, pero no menos peligrosos. Su objetivo es el mismo: la sumisión, el control y la acumulación de poder.
En su libro “Spin Dictators” (“Dictadores mediáticos”) [traducción propia], Sergei Guriev, economista ruso que vive en el exilio, y el politólogo Daniel Treisman, describen magistralmente cómo ha ocurrido este giro (https://cutt.ly/IFDvgXe). Los dictadores modernos, dicen los autores, “matan menos, pero mienten más”.
Por ejemplo, de los autócratas que gobernaban en los 60´s, un 25% mataron a más de 100 disidentes al año (y lo presumían, por supuesto); en contraste, de los autócratas que tomaron el poder en el año 2000, menos del 10% lo hicieron (y lo negaron).
Mientras avanza la descripción de Guriev y Treisman sobre estos nuevos autócratas, es imposible no identificar tendencias actuales que nos deben llevar a la reflexión. Juzgue usted, apreciable lector:
-Los dictadores modernos rara vez tienen una ideología clara, pero usan el humor para humillar a sus oponentes y presentarse como nobles, incluso “utilizan el entretenimiento como arma”;
-Los autócratas del Siglo XXI ya no censuran, permiten cierta libertad de prensa para mostrarse liberales. Sin embargo, los críticos son demandados, multados o ridiculizados por diseminar “noticias falsas”;
-Los nuevos dictadores usualmente llegan por medios democráticos, para después desmantelarlos. “Afirman y promueven la competencia electoral, pero hacen casi imposible en la práctica que su partido pierda”;
-A los opositores no los encarcelan por su disenso político, sino por otros crímenes -generalmente fabricados-, como fraude o violación. “Usualmente los meten a la cárcel durante poco tiempo, para deslegitimarlos y evitar convertirlos en mártires”;
Parecería que el mundo es mejor con estos “dictadores benevolentes”, menos violentos. Lo es. Sin embargo, el paulatino debilitamiento institucional, la concentración del poder y el fortalecimiento de las fuerzas militares que los nuevos autócratas practican, debe ser una preocupación constante.
En cualquier momento se puede pasar de la “manipulación” a la violencia, cuando en juego está perder el poder.
Carlos Iván Moreno