La pandemia del covid-19 está generando escenarios inimaginables. Estados Unidos, por ejemplo, sufrirá más muertes que en todas sus guerras juntas posteriores a la Segunda Guerra Mundial. La más grave crisis económica global desde 1929 comienza a materializarse, y los gobiernos se dan cuenta de lo poco que servirán los paquetes de ayuda si la gente sigue en aislamiento, sin trabajar.
Esta crisis, a diferencia del colapso financiero de 2008, no es un problema de demanda (que se resuelve dando dinero a la gente para que consuma), sino de oferta (donde lo fundamental es que la gente pueda regresar a trabajar y producir).
La búsqueda de personas inmunes ha comenzado en los países desarrollados. Aquellos que fueron infectados y se recuperaron, o bien que fueron asintomáticos, serán la primera línea de batalla para reactivar la economía.
Es un tema controvertido por las implicaciones bioéticas y jurídicas, pero es una política pública en ciernes. La estrategia consiste en aplicar pruebas masivas para identificar al mayor número de inmunes posible. De ahí la súbita aprobación de las pruebas rápidas de antígeno-anticuerpo por parte de la FDA, el 2 de abril.
Importantes voces de la ciencia como Anthony Fauci, director del NIAID y asesor de Trump, así como Gerard Krause del Centro Helmholtzen Alemania, apuestan a que las personas recuperadas -y las asintomáticas- tendrán inmunidad por varios meses, quizás hasta dos años. Por ello no tiene sentido mantenerles en encierro, sino volcarlos a las actividades productivas y como voluntarios.
Así, al estilo Gattaca, países discuten políticas para identificar a sus inmunes. “Pasaporte Covid” (España); “Pasaporte de Inmunidad” (Reino Unido); “Certificado de Vacuna” (Alemania); “CoronaCorps” (EEUU).
Incluso, Deborah Birx, coordinadora de la iniciativa en EEUU, ha llamado a las universidades a que desarrollen la capacidad de aplicar estas pruebas masivamente.
Las implicaciones éticas son tremendas. Esta iniciativa conlleva la discriminación laboral de facto a las personas que no han sido infectadas, y generaría incentivos al contagio voluntario de los menos vulnerables, pero más necesitados. Son tiempos extraordinarios.