Es una medida simple y efectiva: usar cubrebocas -correctamente- disminuye el riesgo de contagio de las enfermedades aéreas (airborne diseases), como el covid-19. Ya no hay controversia científica al respecto, el debate es sobre los distintos niveles de protección de acuerdo al material, al tiempo de exposición al virus, etc. Desde la política pública es una intervención óptima: es fácil de usar, es barato y se puede masificar. ¿Por qué entonces la guerra de las mascaras?
El debate sobre el uso del cubrebocas no es nuevo, se vivió durante la Gripe Española de 1918. Los gobiernos de entonces también implementaron medidas para evitar la propagación del virus, desde multas hasta el encarcelamiento de aquellos que se rehusaran a utilizarlo en espacios públicos.
Los historiadores concuerdan en que, hace un siglo, el uso generalizado de la mascarilla salvó decenas de miles de vidas. El tema no se politizó como ahora.
Cien años después la ciencia ha avanzado mucho, pero no la solidaridad ni la empatía humanas. Ciertamente tampoco ha avanzado mucho la capacidad y legitimidad de los gobiernos para persuadir a la gente de protegerse, de sí mismos.
Algunas cifras. En China, donde más del 80% de su población utiliza el cubrebocas, hay alrededor de 61 casos de covid por millón de habitantes, mientras que la cifra aumenta considerablemente en países donde su uso ha sido politizado.
Por ejemplo, en EEUU hay 14 mil 414 casos positivos por millón de habitantes, en Brasil 13 mil 181 y en México tres mil 489. De acuerdo con el Laboratorio de Genética de la UNAM, si nueve de cada 10 mexicanos utilizaran cubrebocas, los contagios se reducirían un 60%.
El debate no es científico, es de filosofía moral (libertad vs. solidaridad); de necedad política (no acepto que me equivoqué); de religión (los cristianos usan crucifijos, los musulmanes usan mascaras); y hasta de machismo (el cubrebocas está asociado con la homosexualidad [Bolsonaro dixit]).
En pleno Siglo XXI, por un lado la humanidad busca colonizar el espacio y, por el otro, grupos sociales se oponen a usar un pedazo de tela que puede salvar vidas, porque “interfiere con el bello sistema respiratorio que nos dio el Creador”.
Twitter: @carlosivanmoren