Algo está pasando en nuestro país, poco a poco nos estamos acostumbrando a situaciones que en otros tiempos nos hubieran parecido inverosímiles, es verdad que mucho tiene que ver la grave depresión económica que sufre el pueblo mexicano, lo que lo tiene sumido en la preocupación diaria del que comer o el cómo vivir.
Esta situación tan desesperada nos aleja del análisis de fenómenos políticos que están sucediendo y que por alguna razón no prestamos la atención debida.
Las naciones de América Latina a lo largo de su historia han tenido episodios en los que el Ejército ha jugado un papel decisivo en movimientos como golpes de estado o represión, a raíz de eso, a lo largo del continente se ha buscado generar políticas que mantengan a raya a las fuerzas armadas de cualquier región.
Por poner un ejemplo, recientemente en Chile se tuvo una filtración de miles de correos del ejército, de forma inmediata se exigió la renuncia de algunos oficiales de alto rango, sin siquiera considerar las implicaciones que la información filtrada pudiera ocasionar.
En México, por el contrario, tenemos la prueba fehaciente de un terrible hackeo a las cuentas militares con millones de datos de información filtrados y en lugar de exigir algún tipo de explicación o reparación de daños, nuestra cámara de senadores aprueba una iniciativa para que las fuerzas militares continúen atendiendo labores policiales y locales a lo largo de la nación.
Durante esta administración, la penetración del ejército en ámbitos más allá de la seguridad nacional se ha incrementado de manera considerable y preocupante.
En estos momentos, los militares mantienen una omnipresencia en prácticamente todas las actividades del gobierno, podemos encontrarlos en el control de las aduanas, la infraestructura, la economía, las comunicaciones, obviamente la seguridad y muchas actividades más como la creación de una agencia de turismo y una aerolínea propia y otras adicionales que seguramente con el paso de los días nos iremos enterando.
Es verdad que el Ejército y la marina, son dos de las instituciones mejor evaluadas por su eficiencia y lealtad, pero no podemos tenerlos controlando todos los ámbitos del país.
López Obrador ha jugado durante todo su gobierno con el papel del ejército, sabedor de que eso le valdrá la simpatía de millones de mexicanos, pero es solo que a raíz de las filtraciones recientes que alcanzamos a dimensiona hasta qué grado el Ejército está involucrado.
Han salido a la luz acciones de espionaje en contra de periodista o activistas, sectores que en nada agradan al presidente, además de revelar abusos y agresiones sexuales con cientos de militares acusados de acoso, todo esto sin que saliera a la luz pública algo al respecto o que se consignara o castigara a los culpables.
Este crecimiento de poder ha preocupado a muchos analistas, ya que se piensa que vamos en camino a una militarización total, lo que por experiencia de nuestro continente no es el camino correcto para el desarrollo o el bienestar social.
Debemos mediar la intervención castrista y preocuparnos más por generar una fuerza de seguridad pública civil eficiente que permita a nuestras fuerzas armadas poco a poco dejar la seguridad pública y dedicarse a lo que es su razón de ser, cuidar la soberanía la nación ante cualquier ataque que pretenda desestabilizarla y dejar que la sociedad civil establezca los controles y las funciones que le corresponden, con eficiencia y eficacia y así dejar a cada quién lo que le toca.