La gentrificación es un proceso urbano y social que ocurre cuando barrios tradicionalmente habitados por sectores populares o de clase trabajadora comienzan a recibir inversiones inmobiliarias, comerciales y de infraestructura que los “revitalizan”, pero también encarecen la vida en ellos.
El término proviene de la palabra inglesa gentry, que hace referencia a la pequeña nobleza urbana, y se utiliza para describir cómo el capital transforma espacios antes marginados en zonas de consumo, turismo o vivienda para las clases media y alta.
Aunque en un primer momento puede parecer un proceso positivo, ya que se habla de mejores servicios, seguridad, inversión pública y privada, la gentrificación conlleva efectos adversos como el desplazamiento de los habitantes originales, la pérdida de identidad cultural y la homogeneización de los espacios urbanos.
En México, la gentrificación ha tomado fuerza en las últimas dos décadas, especialmente en grandes ciudades como Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey. Sin embargo, también empieza a manifestarse en destinos turísticos y ciudades intermedias.
a) Ciudad de México: entre la tradición y la especulación inmobiliaria
Barrios como Roma, Condesa y, más recientemente, Santa María la Ribera, San Rafael o la Doctores, son ejemplos paradigmáticos. Antiguamente zonas populares, con fuerte vida comunitaria y precios accesibles, han sido reconfiguradas gracias a la llegada de cafés de autor, galerías, restaurantes gourmet y proyectos inmobiliarios de alto costo.
La llegada de extranjeros, en particular los llamados nómadas digitales, ha acelerado el fenómeno, de esta forma los alquileres se disparan, los habitantes tradicionales no pueden competir con los precios y deben mudarse hacia la periferia.
b) Turismo y gentrificación: Oaxaca y la Riviera Maya
La gentrificación en México no se limita a las grandes urbes. Ciudades con fuerte atractivo cultural, como Oaxaca o Querétaro, han experimentado una transformación impulsada por el turismo.
El auge de plataformas como Airbnb ha reducido la oferta de vivienda para residentes locales, mientras los precios de los servicios aumentan.
Algo similar ocurre en destinos de playa como Tulum o Playa del Carmen, donde los trabajadores de la industria turística enfrentan dificultades para acceder a vivienda digna en los lugares donde laboran.
c) Ciudades intermedias: el nuevo horizonte de la gentrificación
En los últimos años, el fenómeno se ha extendido a ciudades intermedias que buscan proyectarse como polos culturales o turísticos:
San Miguel de Allende, Mérida o incluso Guanajuato capital.
Estos lugares experimentan un “lavado de imagen” para atraer visitantes e inversionistas, pero a costa de marginar a sus comunidades originales, que pierden centralidad y protagonismo en el uso de su propio espacio.
Efectos sociales y culturales
La gentrificación no solo implica un cambio físico en la infraestructura urbana, sino también una transformación profunda de la vida social:
Desplazamiento habitacional, muchas familias que por generaciones vivieron en un barrio se ven obligadas a mudarse a zonas más lejanas y menos accesibles; Aumento del costo de vida, la llegada de comercios enfocados en clases con mayor poder adquisitivo eleva los precios de alimentos, servicios y transporte; Pérdida de identidad cultural, tradiciones locales, mercados populares y espacios comunitarios se transforman en atractivos turísticos o desaparecen bajo la presión del mercado y por último Segregación urbana, mientras los nuevos habitantes disfrutan de servicios de calidad, los desplazados enfrentan precariedad en la periferia.
El reto en México no es frenar toda forma de transformación urbana, pues las ciudades son organismos vivos que cambian constantemente, sino diseñar políticas que garanticen un desarrollo inclusivo.
Algunos países han impulsado medidas como límites a plataformas de renta turística, programas de vivienda asequible o incentivos para proteger a residentes históricos de los barrios.
En el caso mexicano, la discusión apenas comienza.
La gentrificación evidencia tensiones entre modernización y justicia social, entre inversión y preservación cultural.
Reconocer este fenómeno es el primer paso para construir ciudades más equitativas, donde el derecho a la vivienda y a la ciudad esté por encima de la lógica especulativa.