Cualquiera que haya pasado más de 10 minutos platicando de futbol con Rafael Puente del Río puede entender que es un tipo de ideas claras y conceptos muy firmes.
Lobos BUAP le dio la oportunidad de dirigir y la aprovechó, ascendió a un club que probablemente no lo esperaba, para luego tener un primer torneo que fue mucho más allá de las expectativas. Para el segundo, la misma directiva le hizo el favor de martirizarlo.
Hoy, con Lobos descendido solo la directiva carga la culpa, al Bora Alcántar le pusieron una etiqueta de traidor y a Rafa lo salvaron de la marca que deja descender con un equipo. Lo cierto es como Dorados y Leones Negros, la BUAP no pudo madurar como club de Primera División, dependieron de veteranos que estaban sin contrato o de préstamos para armar un plantel y así ningún técnico iba a poder salvar el proyecto.
Sin hablar de los “hubieras”, la tendencia aun con Puente en el banquillo, era que descendieran, pero el absurdo movimiento a un mes de que acabara el torneo lo dejó mejor parado. Ya había ganado mucho respeto con el ascenso y con lo sucedido en el Clausura, donde hasta pensaron en Liguilla durante un buen tramo del torneo, ahora no hay quién no lo defienda y lo exculpe de la situación.
Y no es que él se lave las manos, si algo fue una constante en su gestión fue la autocrítica y supo asumir responsabilidad hasta en el mensaje que publicó el sábado en sus redes sociales donde pidió perdón por los errores que cometió.
Leo y escucho a muchos que ya lo candidatean para clubes grandes como Pumas o Cruz Azul en el próximo semestre, hasta los radicales que dicen que un día va a dirigir al Tricolor.
Esté listo o no, su despido lo hizo todavía más candidato y seguramente su regreso a las mesas de análisis será corto.
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