Me sorprendió, como a muchos, ver a Matías Almeyda en la presentación de la película de Las Chivas en el Festival de Cine de Morelia. He tenido la oportunidad de platicar en dos entrevistas con José Luis Higuera en las últimas semanas y en ambas me dejó la impresión de una mayor apertura, además de asegurar que la situación financiera del club comenzaba a mejorar, a la vez que promete refuerzos, no se contuvo en mencionar que Chivas había tenido dos torneos muy malos y soltar dardos en los que dejaba notar que la relación de la institución con El Pelado ya estaba desgastada, hasta rebatió los números de mi compañero Marco Palacios para dejar claro que ya no jugaban bien.
No les gustó que tomara parte con los jugadores en los tiempos de poca liquidez ni que filtrara los préstamos que tuvo que hacerle al club. Al menos ya estaban siendo honestos con el tema, le reconocen todo lo que logró, pero no salieron bien y hasta evitan mencionar su nombre.
Parece que ayer los sorprendieron los realizadores de la película con la invitación de Almeyda. Vitoreado por los aficionados que se acercaron a la alfombra roja, opacando a ejecutivos y jugadores. Luego, en las redes sociales se viraliza una imagen del argentino llorando de emoción al revivir las escenas de las que fue protagonista.
No se saludaron, se evitaron y el tono fue más leve. Higuera ya no lo atacó ni recordó el mal año que tuvieron luego del título y con el que se justifica su salida. Me gustaba más cuando eran honestos con el tema.
Lo cierto es que esas lágrimas de Matías las comparten sus seguidores, de manera injusta, pero el trabajo de Pepe Cardozo se mantiene a la sombra de ese par de años de ensueño, donde Chivas volvió a ser grande. Aunque no resultara en un éxito taquillero, es una historia que la afición rojiblanca pagaría por volver a ver.
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