El arte contemporáneo se crea pensando en su difusión en redes sociales. La selfi, la foto de Instagram y el video de TikTok se han convertido en elementos centrales de la experiencia artística.
Esta tendencia marca una ruptura con las teorías tradicionales del arte: la obra ya no existe solo como representación, sino como un objeto que debe ser representado. El espectador se convierte en parte activa de la obra. En este proceso, la frontera entre el museo y la calle se desdibuja.
Un ejemplo claro es “El Penacho del México Moderno”, una obra de la artista poblana Vanesa Corona, exhibida temporalmente en el Museo Nacional de Antropología. Es una reinterpretación del Penacho de Moctezuma, cuya versión original se encuentra en el Museo Etnológico de Viena. En lugar de plumas, la obra emplea acrílico, nodos de luz led y metalistería, evocando la estética del arte plumario prehispánico con un lenguaje tecnológico.
La instalación está diseñada explícitamente para ser fotografiada. El montaje crea la ilusión de que el espectador lleva puesto el penacho. Se forma una fila, y los visitantes esperan su turno para una imagen perfecta en Instagram o TikTok.
La obra se completa en redes sociales. Se exhibe en el museo, sí, pero también en las pantallas de miles de seguidores. El espectador forma parte de la pieza y se convierte en artista, ya que su retrato es parte de la obra. La captura y publicación de la imagen le otorga un rol activo en la creación de la pieza.
Este tipo de arte rompe con tradiciones anteriores. Por ejemplo, Robin George Collingwood conceptualizaba el arte como una expresión emocional del artista: su función era permitirle desahogar sentimientos. Kant, en cambio, ponía el énfasis en el espectador: el arte debía generar una experiencia estética sublime.
El arte-selfi no opera bajo ninguna de estas lógicas. No es solo un medio de expresión para el artista, ni busca exclusivamente una experiencia estética en el espectador. En este tipo de arte, la distinción entre ambos se desdibuja, pero al mismo tiempo surge un tercer sujeto: el seguidor. Es un arte que ha interiorizado la lógica del like, la viralización y la reproducción digital. El arte-selfi abre nuevas preguntas sobre la creación y el consumo de imágenes, convirtiendo el juego entre arte y tecnología en el nuevo lienzo de nuestra era.