Para entender a Trump hay que tener claro que sus objetivos son primero retóricos y secundariamente políticos. México puede darle ciertas victorias oratorias en la política estadunidense, a cambio de una colaboración que beneficie su desarrollo.
Para el mandatario estadunidense, lo más importante es proyectar fuerza en la esfera doméstica. Construyó la imagen de un político firme que va a acabar con la moralidad, presuntamente, decrépita y cobarde de sus adversarios. Ahora necesita cumplir y mostrarse como el macho alfa que prometió ser.
Por eso está provocando peleas con todo mundo; necesita conflictos para salir victorioso. Al mismo tiempo, ha identificado asuntos que amenazan la hegemonía y el bienestar estadunidense: China como peligro económico y geopolítico, la crisis migratoria y la emergencia de salud pública por el fentanilo.
Si México juega bien sus cartas, puede ser un socio estratégico clave para las ambiciones de Trump. En manufactura automotriz, el republicano teme que los autos chinos desplacen a la industria americana. Tiene razón: los autos chinos cuestan casi la mitad que sus equivalentes americanos. Pero la única manera de que sigamos viendo Fords y GMC’s en las calles es con la mano de obra barata y experimentada mexicana.
México puede ser parte de la solución al problema de Trump… y ganar en el proceso. Que la manufactura de mercancías estratégicas esté concentrada en China, del otro lado del océano, representa un riesgo geopolítico para Estados Unidos, en plena nueva guerra fría. El territorio mexicano, en cambio, no presenta tales amenazas, siendo más pequeño y geográficamente contiguo.
También el país latinoamericano es clave para detener el fentanilo y manejar la crisis migratoria. El gobierno puede apalancar su valiosa posición a cambio de intereses mexicanos, como renovar en buenos términos el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá o TMEC.
México no debe resistir la elocuencia de Trump, sino abrazarla y colocarse como parte de la solución. Habrá que pasar por alto unos cuantos chistes de mal gusto, pero tiene todo para hacer un buen trato. Retóricamente, hay que darle a Trump lo que quiera. Políticamente, hay que cobrarlo bien.