
No solemos asociar el poder con la paciencia. Tampoco con la autocontención, con la preferencia por la escucha por sobre el uso de la palabra o con la razón sobria y disciplinada. No son estos, en todo caso, los atributos que saltan a la mente cuando uno piensa en el poder con mayúscula.
Existen, sin embargo, ciertas condiciones en las que esperar, escuchar y guardar el ego en el cajón resultan cruciales para ir ganando espacios en el juego —siempre complejo e incierto— de acumular poder. Esto es así, especialmente, cuando se parte de muy abajo y/o cuando el poder reinante está inusualmente concentrado y la posibilidad de irlo adquiriendo pasa por priorizar la prudencia, la frialdad y la habilidad para moverse en el tablero usando la invisibilidad como estrategia.
Condiciones de este tipo fueron las que enfrentó Angela Merkel en la Alemania del Este, país al que su padre decidió mudar a su familia desde su Alemania occidental de nacimiento, siendo Angela una niña. La experiencia de crecer en un espacio que requería altas dosis de sigilo, aunada a rasgos de personalidad muy compatibles con ello, contribuyeron mucho a moldear el carácter de Merkel y a permitirle convertirse en la primera mujer canciller de Alemania.
Ella no fue, por cierto, tan solo la primera mujer en conseguirlo. También fue y ha sido la gobernante con el segundo mandato más largo como canciller en la historia alemana de los siglos XX y XXI (solo 11 días menos que Helmut Kohl). Encima y por si lo anterior fuera poco, logró ser la primera y hasta el momento única persona procedente de la hermana pobre y derrotada (la República Democrática Alemana) en asumir en 2005 y hasta 2018 la cancillería de la Alemania unificada.
En un libro extraordinario sobre Merkel, Ana Carbajosa, española y corresponsal de El País en Alemania durante algunos años, nos cuenta toda esta historia. Con base en decenas de entrevistas, trabajo hemerográfico minucioso, y una mirada peculiarmente aguda, profunda y sensible, Carbajosa nos dibuja el perfil y la trayectoria de una mujer de poder singularísima.
Merkel es excepcional por muchas razones. Por lo improbable de su llegada al poder siendo una desconocida, tan ajena y externa al grupo de hombres que, desde siempre, habían dominado la política en Alemania Occidental. Singular por su forma no sólo de acceder al cargo, sino también por su modo particularísimo de ejercerlo, proyectarlo y conservarlo durante tantos años.
Poder, al mismo tiempo, sobrio y formidable, alcanzado y ejercido contra todo pronóstico y a pesar de los innumerables obstáculos, intrigas, amenazas y oposiciones a las que tuvo que enfrentarse. Única, finalmente, por romper los moldes binarios en los que suele encasillarse el poder cuando lo leemos desde el género: hombre = guerrero; mujer = madre.
Como canciller, Angela Dorothea Merkel no fue Thatcher, pero tampoco Golda Meir o la Madre Teresa de Calcuta. La hija del pastor protestante quebró los moldes “naturales” de género y abrió un horizonte nuevo. Su manera de conducirse y de conducir Alemania configuró una nueva categoría de mujer y de persona poderosa. Una mujer con poder inmenso que nunca fue un macho con falda, pero tampoco cedió ante la presión para ejercer de madrecita de la nación alemana.
Paciente como ninguna. Refractaria al insulto y al desprecio. Mujer de razón, de razones y de pocas palabras. Sobria y alejada de todo sentimentalismo. Mujer movida por causas y convicciones profundas. Dotada de una capacidad formidable para administrar su ego. Para conciliar y para conseguir acuerdos, pero también para atacar cuando hacía falta y para marcar sus límites de forma contundente.
Merkel merece ser estudiada con lupa por muchas razones. Una de ellas, central, para empezar a amueblar conceptual y simbólicamente de otra manera el sentido común desde el que solemos pensar la relación entre mujer y poder político. En nuestro caso, ese ejercicio de reflexión de cara a la posibilidad de que una mujer llegue a ser, por primera vez en la historia, presidenta de México, me parece especialmente importante.
Blanca Heredia