Internacional

Semana del Clima en la ONU repite el guion fallido de los objetivos inalcanzables

Mientras los líderes y personas influyentes se reúnen en Nueva York para la Asamblea General de Naciones Unidas (ONU) y la Semana del Clima, dos visiones incompatibles están a punto de colisionar: las élites del mundo rico obsesionadas con el cambio climático, frente a las naciones en desarrollo que luchan contra la pobreza, el hambre y las enfermedades.

Desafortunadamente, incluso cientos de billones de dólares gastados en políticas climáticas tradicionales solo pueden aportar beneficios mínimos, mientras que unos pocos miles de millones de dólares invertidos en políticas sencillas y probadas pueden transformar vidas, aliviar la pobreza, promover la salud y aumentar la resiliencia. Esta brecha pone de relieve por qué la mayor parte del mundo suele percibir a las élites ricas que hacen alarde de sus virtudes como desconectadas de la realidad.

Los activistas climáticos inundan Nueva York, ignorando décadas de cumbres fallidas. Desde la Cumbre de la Tierra de Río de 1992, la proporción de energía renovable en el mundo solo ha aumentado dos puntos porcentuales, del 12% al 14%, a pesar de que el mundo ha gastado más de 14 billones de dólares, principalmente en subsidios. Si se mantienen las tendencias actuales, se necesitarán otros cuatro siglos para lograr que toda la energía sea renovable. El Informe sobre la brecha de emisiones de 2024 de la ONU muestra que, incluso si se cumplieran plenamente todos los compromisos incondicionales, las emisiones en 2030 seguirían siendo aproximadamente un 19% superiores a los niveles de 2019. Sin embargo, en Nueva York ocurre una gran algarabía por promesas más audaces y costosas, ciegas a su impacto económico y a su escaso impacto.

El año pasado, el mundo gastó más de 2 billones de dólares en políticas climáticas. Para 2050, el objetivo de cero emisiones netas costará la imposible cifra de 27 billones de dólares al año durante todo el siglo. Esto frenará el crecimiento, disparará los costos de la energía y afectará más duramente a los pobres, y aun así esa política climática solo recuperará 17 centavos por cada dólar invertido.

Mientras tanto, con solo unos miles de millones de dólares se podrían salvar millones de vidas. En Nueva York no hay ninguna «Semana de la Atención Materna y Neonatal» ostentosa que atraiga el poder de promoción de las celebridades, pero cada año mueren 260.000 madres y 2.3 millones de recién nacidos. Intervenciones sencillas, como la reanimación neonatal por asfixia al nacer, que cuesta 5 dólares, podrían evitar 166.000 muertes maternas y 1.2 millones de muertes infantiles por 2.100 millones de dólares. Cada dólar invertido generaría un rendimiento social de 87 dólares. Esta inversión supone un uso 600 veces más eficaz de los recursos escasos que las políticas de cero emisiones netas.

Y hay tanto que podríamos hacer. Con 1.700 millones de dólares podríamos extender las vacunas infantiles para salvar a 500.000 niños al año, lo que supondría un rendimiento de 100 dólares por cada dólar invertido. Otros 1.100 millones de dólares servirían para combatir la malaria, evitando 200.000 muertes y generando un rendimiento de 48 dólares por cada dólar invertido para la sociedad. Y 5.500 millones de dólares en I+D agrícola aumentaría el rendimiento de los cultivos en un 10%, reduciendo el hambre de 100 millones de personas y transformando el futuro.

Compárese esto con los enormes costos y los escasos beneficios de las políticas climáticas. Los compromisos de cero emisiones netas podrían acabar devorando presupuestos nacionales enteros. Si, como es realista suponer, solo los países ricos acaban cumpliendo estas promesas, el costo podría alcanzar entre 5.000 y 20.000 dólares por persona por año. Esto es inasequible e inverosímil.

Sin embargo, el impacto es insignificante, incluso cuando se utiliza el propio modelo climático de la ONU para ver la diferencia entre las políticas actuales del mundo rico y el logro de cero emisiones netas para 2050. La diferencia en la temperatura global será imperceptible en 2050 e incluso en 2100 será de un insignificante 0,1°C (0,2°F). Esto se debe a que la mayoría de las emisiones provendrán de China, India y África, que, como es comprensible, están dando prioridad a la reducción de la pobreza mediante energía barata.

Los activistas climáticos afirman que el fin del mundo está cerca. Pero, en realidad, los metaanálisis realizados por economistas climáticos que analizan los impactos del cambio climático concluyen que, si no se controla el calentamiento, el Producto Interno Bruto se reduciría entre un 2% y un 3% a mediados de siglo, lo que dista mucho del Armagedón.

La solución al cambio climático no es hacer que la energía sea cada vez más inasequible y poco confiable. En cambio, es la innovación energética. El mundo necesita aumentar el gasto en investigación y desarrollo de energías verdes, que es demasiado bajo. Este gasto será mucho más asequible que las políticas climáticas actuales. También acelerará los avances para lograr que la energía verde sea más barata que los combustibles fósiles, lo que permitirá una transición posible para todos, no solo para las élites adineradas.

Aumentar los ingresos y las oportunidades de las naciones más pobres del mundo no solo es increíblemente positivo en sí mismo, ya que proporciona una mejor nutrición, más salud y menos dificultades. Sacar a las personas de la pobreza también significa que se vuelven menos vulnerables y más resilientes ante los retos climáticos.

La decisión global importante es definir si nos centramos primero en las políticas más eficaces para abordar los problemas más urgentes del mundo, como las enfermedades, el hambre y la pobreza, o en la problemática climática de los países ricos. La Semana del Clima simplemente repite el mismo guion fallido. Mientras tanto, solo una pequeña parte de los billones malgastados en la lucha contra el cambio climático podría invertirse de forma inteligente para hacer frente a los enemigos más mortíferos de la humanidad. Los países en desarrollo no pueden quedarse esperando la grandilocuencia de los países ricos. Necesitan energía, alimentos y salud ahora mismo.

Después de 30 años en los que el clima ha sido el único tema prioritario frente a todos los demás retos del mundo, es hora de dar un giro. Los pobres del mundo necesitan miles de millones en salud, nutrición y crecimiento para mejorar sus medios de vida, no billones en gestos ineficaces. Lamentablemente, en la Semana del Clima, el espectáculo de amplificar objetivos inalcanzables eclipsa todo lo demás.


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Bjorn Lomborg
  • Bjorn Lomborg
  • Presidente del Copenhagen Consensus Center y visiting fellow en Hoover Institution de la Universidad de Stanford. Ha sido considerado una de las 100 personas más influyentes del mundo por la revista Time, una de las 75 personas más influyentes del siglo XXI por la revista Esquire y una de las 50 personas capaces de salvar el planeta por el periódico The Guardian, del Reino Unido. Su más reciente libro en español es Falsa alarma: Por qué el pánico ante el cambio climático no salvará el planeta, que se suma a sus numerosas publicaciones, entre ellas los best seller “El ecologista escéptico” y “Cool It”.
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