Cuenta mi madre que en fechas importantes su abuela pedía que le trajeran del mercado un pavo de aproximadamente 9 kilos. Durante un mes y medio lo alimentaba con lo mejor de las viandas posibles en la dieta de esta ave, en algunos casos sus comidas parecían mejor que aquellas que se servían a la familia. Una semana antes de la festividad para la que se había comprado dicha ave, se le daba de beber una o dos tapitas de jerez en cada comida, además de incrementar la cantidad de grasa en sus guisos. La última noche que tenía de vida aquel animal, la abuela embriagaba y colgaba al guajolote de cabeza. A la mañana siguiente, y sin que nadie se diera cuenta, se terminaba con la vida del espécimen. El mole servido en el festín era suave, aromático y con algunas notas envinadas.
La historia del guajolote en la dieta mexicana cuenta con múltiples ambivalencias, para ciertos grupos sociales es considerado un alimento para vanagloriar las fiestas decembrinas, mientras que, en otras regiones o estratos, es un animal de fiestas rituales, como bodas, bautizos o hasta funerales. El motivo puede resultar muy lógico, los escenarios en donde se dio a conocer esta ave y las tradiciones culinarias que cada espacio le dieron, contribuyeron en connotaciones espaciales y específicas.
El origen del Meleagris gallopavo, nombre científico del guajolote, lo podemos localizar en América, teniendo al pavo real (Pavo cristatus) como su pariente proveniente del sur asiático. Este último tuvo fama y distribución por toda Asia, Europa y África, gracias a su plumaje, caso similar con múltiples aves. En cuanto a su recibimiento como alimento, las aves formaron parte de la dieta sofisticada y segura para muchas civilizaciones; sin embargo, su tamaño y complicaciones al momento de cocerlo u hornearlo resultaban en su principal desventaja, ya que se obtenía poca carne y de bajo valor gastronómico, además de complicaciones para su digestión.
A finales del siglo XV, con el descubrimiento de América, por parte de españoles, se da el inicio del intercambio cultural. Y años antes de la caída del imperio Mexica, diversos productos arribaron a las costas europeas, entre ellas el guajolote. El primer registro que se tiene data de 1499, por parte del navegante Pedro Alonso Niño; por otra parte, en 1500, Vicente Yáñez Pinzón, considerado el primer navegante que llegó al actual Brasil, lo recibe junto con otro grupo de aves; finalmente, Pedro Mártir de Anglería, es quien realiza la primera descripción del ave, aunque con múltiples errores y datos confusos.
También se tiene registros vagos de los primeros ejemplares que arribaron a Europa, los cuales se localizan alrededor de 1511. A partir de ese momento se puede rastrear una solicitud, por parte del obispo de Valencia, para entregar en puerto dos guajolotes, uno macho y otra hembra. En este punto podemos decir que el resto es historia, pero en realidad la aventura apenas empieza.