Delia llega del supermercado con cuatro bolsas reutilizables, antes de entrar a su casa toma una toalla humedecida con una solución de un tanto de desinfectante por 10 de agua; sobre una mesa coloca las compras y, producto tras producto, los limpia. Sumerge frutas y verduras en agua con unas gotas de cloro, posteriormente las escurre sobre una bandeja y las lleva directo al fregadero. Delia, a comparación de los hábitos de consumo de principios de año, planea las compras con un día de anticipación, compara precios y permanece atenta a los nuevos etiquetados. Ella vivía con su mamá, Ofelia, pero el bicho y una mala alimentación le cobraron factura hace un par de meses.
El pasado 10 de noviembre se llevó a cabo la 16ª Conferencia de Autosuficiencia Alimentaria e Innovación Tecnológica de Prácticas Sustentables, dedicada a los Alimentos orgánicos. Ahí, en la opinión de Víctor Suárez Carrera, subsecretario de Autosuficiencia Alimentaria de la Secretaria de Agricultura y Desarrollo Rural, ante el covid-19 se presenta un reto para el actual gobierno federal, ya que se deben presentar alternativas en las formas de alimentación. Desde su perspectiva una vía sería el impulso a los productos orgánicos, no sin antes desenmarañar lo que esto significa y representa.
Desde inicios del siglo XXI, las tendencias alimenticias europeas retomaron una dieta saludable, eliminando lo antes posible los productos industrializados o mejorados, entendiendo este concepto como aquellos enriquecidos para satisfacer necesidades nutrimentales, es así como el emblema orgánico aparece en escena. Sin embargo, esta insignia dio paso a una serie de productos que, al cumplir ciertas normas, como el nulo uso de insecticidas o mejorantes para la tierra, podían ostentar dicha etiqueta. Esto los convirtió en productos de altos costos, destinados para estratos sociales determinados, incumpliendo el principio de alimentos justos y saludables. Con el paso de los años las prácticas monopólicas y de acaparamiento de la tierra, permitieron que empresas trasnacionales tomarán el control tanto del mercado orgánico, como de sus productos.
Hablar de productos orgánicos representa, en efecto, un reto que va de la mano con el rescate o aprovechamiento del campo mexicano, un espacio que ha estado a la orden de grandes corporaciones y en beneficio de unos cuantos. Habrá que esperar a ver si la experiencia de los pequeños productores, los huertos urbanos y los mercados locales, logran unir fuerzas con un proyecto que representaría el giro nutricional para las nuevas generaciones. Esto no quiere decir que de la noche a la mañana cambiemos el pan en bolsita por una ensalada, pero, sin duda, representa un suceso que está marcando una época, en la cual los infantes están viviendo y tratando de digerir el bombardeo mediático y educativo al que se enfrentan