Cultura

Delicia a la puerta

En un frasco, puesto estratégicamente arriba de la alacena, descansan unas cuantas tablillas de chocolate troceadas. Martina, desde hace unas semanas, las compró a un marchante que tocó a su puerta. El vendedor decía venir de Puebla; hace dos semanas había salido de Veracruz con la pasta de cacao, y en el camino iba amansando y entablillando el chocolate. Martina dudo de la historia, pero el olor de dicho producto era indiscutible. Sin pensarlo mucho compró algunas tablillas, le deseó buen viaje y que pronto pudiera regresar a casa. Para evitar la conmoción en el hogar, Martina tomó un viejo frasco de cerámica, guardó aquel tesoro y se propuso prepararlo con leche para el cumpleaños de su esposo. Ciertamente sería un “gustito” que en estos tiempos se podían dar.

Las marchantes, son un fenómeno que en estos tiempos ha escaseado aún más, entre la precaución y la disminución de la venta de puerta en puerta un viejo hábito sufre un cambio considerable. Pero, para la Europa del siglo XVIII este sistema de mercadeo era cosa del día a día. Específicamente con el tema del chocolate, cabe recordar que este llega de América en forma de almendras conocidas como cacao, según los cronistas y viajeros los nativos de aquellas tierras lo bebían con agua, especias y chile. Durante la época Novohispana, las comunidades peninsulares, criollas y eclesiásticas, lo combinaron con leche, azúcar, vainilla y canela. De esta manera nacería una bebida que gozaba de buena popularidad, principalmente por su robusto sabor y capacidad de mantener activo y despierto a cualquiera que lo probara.

Pero, su ya mencionado arribo al mundo occidental estuvo repleto de transformaciones y mitos, pues todo aquello que causara euforia estaba relacionado con el libertinaje, el pecado y el infierno. Sin embargo, con el paso de los años, y su asociación con una bebida digan de reyes, tal cual se acostumbraba en el ideario mesoamericano, rompieron cualquier fuente de desestima o repulsión. Para 1772 se contaba con un gran número de molinos de chocolate, pero, ante las constantes adulteraciones, los viajeros, como se les denomino, iban de casa en casa ofreciendo chocolate que molían in situ; para, posteriormente, colocarlo en moldes que daban la forma de tablillas rectangulares, justo para ser trocadas antes de prepararlas con leche. Casualmente, el instrumento utilizado para la molienda era un metate, tal cual se usaba entre los antiguos grupos mesoamericanos, y a dicha técnica se le llamaba a la azteca.

Cabe mencionar que, para finales del siglo XVIII, la Revolución Industrial trastocó la forma de trabajar el chocolate. Un individuo de nombre Doret desarrolló, en Francia, una máquina de vapor con la capacidad de moler granos de cacao. Aunque el gran salto sucedería hasta el siguiente siglo. Martina tiene todo listo para el festejo, de manera remota acudieron a la cita sus suegros y cuñados, a cada uno les mandó una jarra con chocolate, prometiendo que el siguiente año el convite sería con todos reunidos.

Benjamín Ramírez


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