El taxi llegó de manera brusca a la esquina norte del mercado, entre pitidos y gritoneo, el chofer se bajó de su unidad y apresuró el paso para abrir la cajuela. De manera simultánea Abigaíl abrió la puerta del copiloto y se encaminó a la parte trasera para descargar sus pertenencias. En total, una mesa de plástico, una bolsa con manteles, cajas de cartón repletas de dulces típicos y unos huacales completaron la carga. De forma tropezada logró dar orden a todo aquello en un llamativo puesto de golosinas. Al cabo de varias horas de no vender nada, una pareja se acercó, y de manera directa trató de regatear por un par de palanquetas, tres dulces de tamarindo y una cocada. Entre rebatingas y muecas ambas partes llegaron a un acuerdo, no sin antes agradecer su compra.
La historia del comercio, en todas sus latitudes, lleva consigo un vals metódicamente orquestado, donde el comprador identifica los productos deseados; procede a seleccionar el que tenga una mejor presentación, color, forma o hasta consistencia y, finalmente, los junta para que el vendedor los pese, marque o haga la cuenta final. Es justo en este último punto donde el cliente hace una pregunta puntual: ¿Cuánto es lo menos?, a esta parte le conocemos como regatear, con la finalidad de obtener un mejor precio o descuento sobre la compra. En ocasiones la rebaja es mínima, pero hasta eso da un sentimiento de victoria; cuando esta no se da se puede optar con hacer mueca y pagar o simplemente regresar los productos a su espacio inicial.
Sin embargo, en el caso mexicano, el regateo tiene un origen Novohispano. Resulta que en los primeros años del Virreinato el comercio fue un eje central de la economía, por medio del cobro de impuestos se mantenía control y subsistencia del aparato gubernamental. Aunque se tenían estructuras de productos permitidos y vedados. Por ejemplo, los indígenas no podían producir zapatos, mientras que a los españoles se les tenía prohibido introducir semillas o granos. Para esto se determinaron precios controlados, los cuales, en muchas ocasiones, eran muy por debajo de un rango de ganancia justo. Esto ocasionó el fenómeno de la Regatonería, que implicaba la intermediación excesiva que, a su vez, daba paso a la venta de productos prohibidos, como los antes mencionados.
Es así como, principalmente españoles y mestizos, suplían los productos de origen indígena con, por ejemplo, alimentos o enseres a la población novohispana. Esto permite una apertura comercial a Europa, además de la creación de monopolios y un constante arribo de ingredientes y utensilios que aunaron a la consolidación de la futura sociedad mexicana. Cabe mencionar que, con el paso del tiempo el regatear fue una actividad común en los mercados o tianguis, ahora esta práctica es menor, y se agradece, pues devalúa el trabajo de los vendedores.