Cultura

Rodrigo Pimentel, Transmutaciones

Las obsesiones pueden ser obstáculos o insondables exploraciones que lleven al artista a crear su cuerpo de obra. Las de Rodrigo Pimentel, (1945-2022) estaban muy claras, luminosas y las utilizó como un diálogo. La obra de Rodrigo es su voz, hablaba en esos colores, en la escenificación de sus propios mitos. La sinceridad con la que se expresaba y pintaba, lo apartó de imitar a otros artistas, no era necesario, se tenía a sí mismo. En la exposición Transmutaciones, curada por Renata Blaisten, en el Museo Nacional de Arte, MUNAL, se rinde un homenaje y una revisión de la obra de Rodrigo con una narración cuidadosa, podemos decir que es una biografía íntima del pintor.

La zoología fantástica de Rodrigo fue el reto de su imaginación, en la exposición está el hombre leopardo que cae como un Ícaro rebelde mientras trata de ocultar su rostro enmascarado con otra máscara más ritual, es un autorretrato, en la ocultación se descubre. El bestiario de Rodrigo es él mismo, trasmutado, metamorfosis, la pintura le dio el camino para ser diferente en cada obra. La invención de sus imágenes está ligada a la proyección de su propio ser como un objeto de observación, reinvención y de representación.

Rodrigo es volcán, jaguar, serpiente, fuego, pájaro, y podía seguir, en la sala contemplamos las diferentes versiones de sí mismo, y las mariposas monarcas, su alma michoacana, están ahí atestiguando su ciclo de viaje y retorno. Porque la pintura de Rodrigo es intensa pero ligera, es decir, es una proyección limpia, auténtica. Esa actitud ante el arte y su obra, lo hizo un artista singular, con una dirección propia. Si buscamos referencias en momentos se acerca a la inocencia de Chagall y en otros a la intensidad de las fiestas populares en donde los fuegos artificiales explotan y los aullidos de animales se mezclan con los cantos de la gente.

La sala de paisajes es un sitio para estar y contemplar, el volcán que hace erupción, está muy cerca de los grabados plenos de color de los artistas japoneses del periodo Ukiyo-e. La montaña roja de Hokusai, se levanta sagrada al lado del mar, y el volcán de Rodrigo es un dios furioso que estalla.

Los mitos alimentan la obra de Rodrigo como leyendas que explican su origen, por eso la exposición es una biografía estética, no es nacionalista, ni mexicanista, es simbólico. Construyó su propia iconografía en un altar que honraba a la Naturaleza y a su infancia, a su amor por la vida. No le tuvo miedo al color, es una virtud, y lo uso con libertad, cimentando una estética. La curaduría comprendió esas motivaciones y consiguió darles una narrativa que desplegara la singularidad de Rodrigo.

Los símbolos-obsesiones de Rodrigo: máscara, nopal, espinas, garras, corazón, líneas concéntricas, las obras se mueven, nada es estático, ni realista. Desde su imaginación, desde su alma, se planteó inventar su reflejo, y ser lo que su pintura le dictara.

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Avelina Lésper
  • Avelina Lésper
  • Es crítica de arte. Su canal de YouTube es Avelina Lésper
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