Cultura

Matar la cultura

Lo hicieron otra vez. Activistas unidos a los grupos de Stop Oil, arrojaron sopa a la Gioconda en el Museo del Louvre. Los que amamos el arte debemos tener nuestra camiseta que diga “Stop Stupidity” o “Stop aggression against art”. Estos fanáticos no se van a detener porque no los detienen, lo de menos son sus consignas, ahora fue por el “derecho a una alimentación sana”, no significan nada. Son berrinches, no son propuestas, es sintomático de nuestra sociedad. El reclamo es: hagan algo, a mí sólo me toca pedir, exigir y vociferar. Las acciones reales no son su problema.

Es la cultura de la sobre protección sentimental. Los fanáticos valoran sus exabruptos como si fueran leyes que los demás, es decir, el Estado, sus familiares, y entorno, deben obedecer. El extremo es que en ese ámbito de la sobre protección emocional, son fácilmente manipulables, y los han convertido en portavoces de una lucha infructuosa en su primer ámbito, pero que está incidiendo en otro ámbito.

Esos ataques son una agresión frontal en contra del arte y la cultura. Hacer la incoherente liga entre arte y “colapso social”, es la excusa para insultar y demeritar al arte como concepto y a sus obras en su presencia. Señalar al arte como un culpable les permite estigmatizarlo como algo negativo. Tenemos que elegir: el arte o la vida, el arte o la comida, el arte o el cuesionado cambio climático. No tenemos qué elegir, esa elección implica la destrucción del arte y la cultura. No contemplar arte, no crear arte, no procurar y patrocinar arte. La sociedad no sólo vive de comida, alimentamos el espíritu y la mente. Se puede morir de inanición espiritual.

La opción es aniquiladora, si amas al arte, odias a la sociedad y no te preocupa el futuro del planeta. Las personalidades hiper protegidas de estos fanáticos, sin capacidad de análisis y de responsabilidades reales, tienden a estas disyuntivas maniqueístas. En los países del primer mundo se está convirtiendo es una epidemia, que avanza reclutando un ejército de ególatras con pretensiones mesiánicas.

Los “salvadores del mundo” piden un precio: acabar con el arte. Es el mismo costo que el arte ya está pagando: cualquier cosa es arte, su valor se extingue como parte de esta sistemática sobre protección: todos son artistas. No hay frustración. Los “salvadores del planeta” han decidido que el arte es su enemigo, porque lo es. La cultura y el arte nos enseñan a ver de otra forma a la realidad, nos obliga a disentir. La cultura quita la credibilidad al fanatismo, a las visiones maniqueístas. Este movimiento está permeando en los ególatras sin cultura, poque estas visiones se han fomentado desde la educación más elemental, hasta el concepto que tenemos de la persona y sus libertades. Pelear por valorar la ignorancia y la iconoclastia como los nuevos valores que salvarán el planeta, es justamente lo que va a condenar a este planeta. Estamos ante una guerrilla mediática, oscurantista y apocalíptica en contra del arte y la cultura, con la máscara de las buenas intenciones.


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Avelina Lésper
  • Avelina Lésper
  • Es crítica de arte. Su canal de YouTube es Avelina Lésper
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