En este 2022, Luis Echeverría Alvarez cumplió cien años de vida. Tuvo el liderazgo de un sexenio en donde el régimen priista empezó su decadencia y que reflejaba los cimientos de una monarquía absoluta. Es en este periodo, donde se inicia la represión contra los movimientos insurgentes que encabezaba Genaro Vázquez, Lucio Cabañas y la Liga 23 de Septiembre, dando inicio a la conocida “guerra sucia”.
Tras la matanza del Jueves de Corpus, el 10 de junio de 1971, Echeverría condenó a las “fuerzas oscuras”, que siempre conspiraban en su contra, y prometió una investigación inmediata ante los hechos cometidos en el “halconazo”. Esto nunca se realizó.
También inició una abierta confrontación contra el sector empresarial, que derivó en el inicio de las sufridas crisis económicas sexenales al desalentar la inversión privada; pero, por otro lado, fue impulsor de instrumentos importantes para los trabajadores, como el Infonavit o el Fonacot, y promotor de nuevas instituciones educativas como la Universidad Autónoma Metropolitana y el Colegio de Bachilleres.
A nivel internacional intentó encabezar un liderazgo entre los países del Tercer Mundo en la que difundía el rostro progresista de su gobierno, aunque en México, la realidad era distinta.
Echeverría era un Presidente que mantenía un alto ritmo de trabajo, que era inquebrantable y que no resultaba siempre eficiente; especialmente amaba ser el centro de atención. Sus anhelos se traducían en alcanzar los niveles de un estadista internacional que destellaban en “tintes de megalomanía” y que sufría de un mesianismo marcado en su carácter.
Era tal su ego que empezó a manejar la economía nacional desde Los Pinos y le quitó autonomía del poder político a la Secretaría de Hacienda, lo que causó un desequilibrio en las finanzas públicas reflejado en un incremento de la deuda externa. Esta pasó de 4 mil millones a 20 mil millones de dólares, el preámbulo para una devaluación del peso y una crisis económica al final del sexenio.
Durante su administración reprimió la libertad de expresión y despilfarró los recursos públicos en inversiones improductivas, robusteció la burocracia y empezó el sufrimiento de una alta inflación.
Echeverría se dejó secuestrar por los nocivos efectos del poder que da la silla presidencial y que le hizo creer que era el Mesías que podía encabezar una transformación política, económica y social del país.
La sombra del sexenio de Echeverría, 46 años después, se posa en la demagogia populista que encabeza la 4T y que permite un presidencialismo exacerbado, donde el eje en el que se genera el poder absoluto se manifiesta en el Presidente de la República. Y es en este sistema donde encontramos a un Congreso sometido y amedrentado, con una Suprema Corte de Justicia y organismos autónomos que luchan por mantener su respectiva autonomía.
Los errores históricos se vuelven a repetir demostrando que en México no hay cabida para aprender del pasado y, como diría Gabriel Zaid, “Así es y así nos irá...”
Arturo Argente Villarreal
Tec de Monterrey, Campus Toluca