Para nadie fue sorpresa que Alejandro Moreno, gobernador con licencia de Campeche, ganara la elección para presidir el CEN del PRI, hoy por hoy, el partido más repudiado de México, por la estela de corrupción exhibida a lo largo de muchos años y acrecentada por Enrique Peña Nieto, hasta llevar al hartazgo a los mexicanos, que decidieron votar por el candidato de un organismo nuevo.
Nadie ha sido capaz de imaginar qué oferta recibió el conocido con el metaplasmo de “Alito”, en alusión a algo que quiere parecer cariñoso, en lugar de Alejandrito, o mejor “Amlito”, como lo bautizaron por su conocida proclividad a servir al Presidente, de quienes muchos no dudan, se convertirá en lacayo después de tomar protesta como dirigente del tricolor.
Asimismo, muchos apuestan a que el partido que gobernó México durante el siglo pasado, habrá de acelerar sus pasos hacia la extinción, con la dirección de alguien a quien, más que interesar la suerte del mismo, está interesado por la suya. No es posible pensar que está tan ciego para no ver que el PRI se ha convertido en un instituto político que ya causa nauseas, del que, salvo los correligionarios que aún quedan, nadie quiere saber.
No la ciudadanía. No la clase que vota, que preferiría sufragar sin pensarlo, por cualquiera otro, como ya dio muestras en julio del año pasado. Hoy muchos aceptan que votaron a ciegas por Morena, porque ofrecía algo diferente. Comienzan a admitir que ese voto sirvió para llevar al poder, a puestos de elección popular, a personas que no lo merecen por su evidente incapacidad, por su ignorancia supina.
El discurso de “Amlito” suena hueco. Mentiroso. Habla de convencer a la gente de volver a confiar. Da risa. Su propia indiscreción lo desnuda. José Narro Robles comentó que Alejandro Moreno y el Presidente mantenían un acuerdo. Por lo tanto, el resultado de la contienda era previsible.
Pero en este juego, tampoco hay explicación para que muchos priistas de primera línea se mantuvieran expectantes, sin intervenir, sin tratar de evitar que un incondicional del gobierno se trepara a la presidencia; actitud con la que parecen estar de acuerdo en que el PRI muera o sirva de comparsa a las decisiones presidenciales. ¿Acaso aceptaron convertirse en satélites?
La misma presidenta nacional del PRI se vio animada para que “Amlito” llegara a la cima. ¿Consejo del tío? Hay quien asegura que ella no mueve un dedo por decisión propia.