El regreso a clases implica muchas emociones, desde el entusiasmo hasta desánimo por parte de algunos estudiantes, pero también retos y múltiples actividades para los docentes, y padres de familia.
Por una parte, se enfrenta la urgente prioridad de atender las causas del lamentable abandono escolar que registra datos preocupantes, como en el nivel medio superior donde más de 563,000 jóvenes abandonaron sus estudios en el ciclo escolar 2021-2022 de acuerdo a la estadística e indicadores educativos de la SEP.
El regreso a las aulas de esta población joven es fundamental pues sin preparación no podrán contar con una mejor oportunidad para su desarrollo profesional, laboral o incluso social.
Por otra parte, la incorporación de los estudiantes después de una larga temporada de actividad académica virtual a la actividad presencial, lo que implica una manera diferente de interacción tanto entre los mismos estudiantes como en la forma de impartir la clase en aula.
Si consideramos que en la actualidad la fuente del conocimiento ya no es exclusivamente el docente o los libros que hace algunos años tomábamos turno para conseguirlos en la biblioteca, sino que ahora el conocimiento está a un clic de distancia en la computadora o el celular, cabe cuestionarnos ante esta circunstancia si realmente los alumnos aprenden o solo se informan y si de esta manera aprueban una necesaria evaluación,para que en unos cuantos días olviden lo que aprendieron.
El docente es cada vez más un facilitador un guía, un acompañante en el proceso educativo para que el estudiante desarrolle su pensamiento crítico y su creatividad, mediante actividades didáctico – pedagógicas que involucren a los alumnos cognitiva y emocionalmente para que puedan lograr aprendizajes significativos, utilizando diversos medios entre ellos la tecnología como una herramienta para investigar y descubrir.
Estas actividades requieren incorporar conocimientos sobre la forma en la que aprende y funciona el cerebro con el apoyo y conocimiento de la Neurociencia educativa, que tras años de estudios, propone considerar la metacognición, el trabajo colaborativo, plantear situaciones a resolver más que memorizar, fomentar la motivación intrínseca, el repaso, la seguridad emocional del estudiante. Factores que transforman el aula en espacios de aprendizaje y productiva convivencia que tanto se requiere actualmente.
Arlette López