El anhelado Premio Nobel representa el reconocimiento al trabajo y dedicación de científicos que realizan grandes aportaciones al avance de la ciencia, logrando resultados que en función de su aplicación pueden aportar grandes beneficios o negativas consecuencias a la humanidad.
Gracias a la ciencia, conocemos cómo una célula se puede convertir en un organismo, la secuencia del ADN, las posibilidades de solucionar enfermedades genéticas, recibimos imágenes a millones de kilómetros de nuestro planeta, vivimos casi el doble del promedio de vida de nuestros antepasados del año 1900, y ni que decir que por la ciencia y la tecnología la calidad de vida ha mejorado.
El Premio Nobel se otorga desde 1901, y a partir de este año hasta el actual 2022 se registran 887 hombres premiados y solamente 60 mujeres
¿Cuál es el motivo? Será como mencionaba Aristóteles al referirse a las mujeres; “naturalmente desarmado e incapaz de asegurar su propia defensa, el cuerpo femenino está dotado además de un cerebro pequeño”. Desde luego que esta aseveración falsa se expresó en una época que establecía cánones sociales a las mujeres, pero ¿ya no se aplican?
En la historia de la ciencia las mujeres, raras veces aparecen como protagonistas, situación que no corresponde a la realidad que vivieron y que en muchos escenarios se mantiene hasta nuestros días.
Cuando de mujer y ciencia se trata, el tema se aborda más desde un relato superficial que un examen serio y profundo de los conocimientos que, contra muchas circunstancias, han aportado las mujeres científicas incluso en muchas ocasiones siendo las auténticas protagonistas, quedan como colaboradoras.
Es necesario sumar trabajos a la historia de la ciencia para difundir las aportaciones de la inteligencia femenina al conocimiento universal, entre ellas, las de valiosas mujeres y científicas mexicanas reconocidas mundialmente y poco conocidas en nuestro país.
Por mencionar algunas como Helia Bravo, botánica; Paris Pismish, astrónoma; María Teresa Gutiérrez, geógrafa; Alejandra Jaidar, física, Ali Guarneros Luna, ingeniera aeroespacial; Ana María Colomé, bióloga experimental; Julia Tagueña, física; Manuela Garín Pinillos, matemática, todas ellas motivo de orgullo y muestra de la gran valía y necesaria aportación, del intelecto femenino para el crecimiento de nuestro país al margen de los estereotipos que aún vivimos.
Arlette LópezFacultad de Estudios Superiores Iztacala UNAM