Los avances científicos y tecnológicos, han permitido combatir muchas de las enfermedades y circunstancias que afectan la calidad de vida y los años de sobrevivencia.
Conocemos por cifras del INEGI que en 1930 las personas vivían en promedio 34 años, y para el 2019 el promedio son 75 años, esta buena noticia lleva a cuestionarnos la calidad de vida que en este inmediato futuro tendremos, si consideramos que muchos de los beneficios obtenidos han sido a costa de los sistemas que sustentan la vida y hacen posible la existencia.
Los ecosistemas se han sometido a presiones y deterioro, por los accidentes nucleares, desechos tóxicos, agua, suelo y aire contaminado, pérdida forestal, etc. Cabe preguntarse…¿hasta dónde el avance que ha llevado a extender la posibilidad de la vida supeditándose en parte a los intereses económicos, deja de lado la ética ambiental que debería ser la guía?
En estos días se realiza la COP 27 sobre el Cambio Climático y se conmemora el Día Internacional para prevenir la explotación del medio ambiente en la guerra y conflictos armados. Dos relevantes temáticas que convocan a la participación de toda la sociedad y con énfasis y reconocimiento a quienes viven, sufren y contienden en mayor medida con el deterioro ambiental, siendo las mujeres quienes desde los principios de la experiencia humana han trabajado vinculadas a la naturaleza, con la recolección de semillas, el cuidado de los cultivos, de los animales domésticos, la selección de los recursos naturales para la alimentación, la suficiencia de agua, entre muchos otros vínculos mujer-naturaleza que han conformado una alianza para que la vida exista y se mantenga
Con información de la UNESCO, la opinión femenina sobre la principal causa de la degradación del ambiente, es el actual orden económico que busca un beneficio a costa de los recursos naturales esenciales para la vida.
Las mujeres han sido históricamente poseedoras de los conocimientos y guardianas de la biodiversidad, son quienes organizan y operan múltiples programas para el rescate de los recursos y ecosistemas. Sin embargo, la representación es escasa, como en la COP 27 solo 8 mujeres entre representantes de 190 países.
La urgencia ambiental requiere menos discursos políticos y más soluciones sustentables, encabezadas por el compromiso y trabajo de las mujeres en sus diferentes espacios de competencia.
Arlette López Trujillo
Facultad de Estudios Superiores Iztacala UNAM