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Oportunismo

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  • Antonio Nájera Irigoyen

Como se tiene noticia, el 3 de marzo pasado cuatro ciudadanos estadounidenses fueron secuestrados en Matamoros, Tamaulipas. Era viernes y comenzaba el fin de semana; y como las personas descansan —incluidas las redacciones de los periódicos—, no fue sino hasta la siguiente semana que los medios de información consignaron los hechos. Las primeras planas de los principales diarios del país lo hicieron hasta el día 7, destacando las presiones de Estados Unidos sobre el gobierno mexicano.

En Estados Unidos sucedió lo propio. The New York Times, por ejemplo, llevó la nota hasta el día 6, al tiempo que The Washington Post hizo lo propio un día después. Pero esto no ha de sorprendernos: la última nota del Times sobre México refería los dichos del presidente López Obrador sobre el “místico aluxe”. En una sociedad donde México no se revela prioritario, somos noticia —como en novela de L. F. Céline— ora en lo trágico, ora en lo cómico.

A los hechos, de suyo lamentables, se sumó el oportunismo político —y acaso la mala suerte que en estos lares suele ser mucha. Apenas el 2 de marzo, los congresistas Dan Crenshaw y Michael Waltz, del segundo distrito de Texas y del sexto de Virginia respectivamente, presentaron un proyecto en la Cámara Baja para catalogar a los grupos mexicanos del narcotráfico como organizaciones terroristas. Para nuestra buena suerte, sin embargo, como nadie lee prensa extranjera y los diarios con trabajos encuentran espacio para la sección internacional, el estridente proyecto de Crenshaw y Waltz pasó desapercibido.

Hubo que esperar a que William Barr publicara un artículo en The Wall Street Journal para que la noticia por fin se colocara al centro de la discusión nacional. Y cómo no había de ser así; si, en el artículo, el procurador general durante la administración de Donald Trump conminaba al gobierno de los Estados Unidos a “liberar” a México del yugo de sus carteles de la droga, con su consentimiento o sin él. Su razonamiento era que “una estrategia antidrogas que no toca la cadena de oferta de la droga tendrá un impacto mínimo”. Este diagnóstico es sobradamente imbécil. Y a las pruebas me remito.

Pero el oportunismo político no es privativo de los senadores estadounidenses. Al sur de la frontera, un homólogo de Barr se proponía a defender la patria. Y con una trivialidad que poco envidia a los argumentos de Crenshaw y Waltz, alegó que no es destruyendo la oferta de la droga que se acabará con el problema del narcotráfico en la región. Es preciso —amonestó— atender “la debilidad de las relaciones familiares, la soledad, el vacío existencial y el aislamiento de los individuos”. Lo anterior sería gracioso de no ser porque el personaje en cuestión preside la comisión de Relaciones Exteriores del Senado.

El 2 de febrero de 1983, Jorge Luis Borges ofreció una entrevista al diario Clarín en la que pontificó para la posteridad: “ Las Malvinas fue una guerra de dos calvos por un peine". Y acaso acá estemos igual: con algunos cambios de circunstancias, de hora y uno o dos nombres propios.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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