Es fascinante estudiar la atracción que México ha ejercido y sigue teniendo en la vida y obra de escritores, artistas plásticos, músicos y creadores audiovisuales europeos. Entre ellos los surrealistas que escogieron a México como país del exilio o de viajes y estancias culturales en los años treinta del siglo veinte. “Vine a México para buscar una nueva idea del hombre”, escribió el poeta y dramaturgo francés Antonin Artaud quien llegó a la ciudad de México en 1936 y 1937 y viajó a la Sierra Tarahumara para conocer la cosmovisión del pueblo originario. Sus escritos sirvieron de base para la pareja de realizadores franceses Raymonde Carasco y Régis Hébraud quienes estudiaron la cultura tarahumara y los escritos de Artaud cuarenta años más tarde y los plasmaron en una serie de documentales y cortometrajes, Raymonde como guionista y Régis con su cámara. Un nuevo y más libre tratamiento de los textos de Antonin Artaud lo realizó en 2024 el guionista y director mexicano Federico Cecchetti a través de la ficción “Jíkuri: Viaje al país de los tarahumaras”, filme nominado para los Arieles a Mejor Sonido y Mejores Efectos Visuales en 2025.
Son dos nominaciones al Ariel que parecen poco frente a una película tan potente y culturalmente importante. Su director Federico Cecchetti y el co guionista Pierre Saint - Martin (director de “No nos moverán”) convirtieron su interpretación de los textos de Artaud y sus propios conocimientos e investigaciones acerca de la cosmovisión tarahumara en una película bella, compleja y rica en aprendizajes.
El filme gira alrededor de dos hombres de distintas culturas y destinos cuyas vidas se entrelazan de manera profunda y definitiva. A través del personaje de Antonin Artaud (François Négret) el filme no sólo muestra la necesidad de un artista centroeuropeo de nutrirse de la vida, los rituales y la cosmovisión de un pueblo originario de México sino también de sus problemas mentales y la estrechez del sistema de salud mental europeo de “tratarlos” con electrochoques. El otro personaje masculino –y polo cultural opuesto– es el corredor tarahumara Rayénari (José Cruz Apachoachi). Ya que durante la danza ritual del cactus, el francés entra en pánico y la abandona, perdiendo así una de sus tres almas, Rayénari se convierte en su amigo y curandero para ayudarle a recuperarla.
Conocimos al realizador Federico Cecchetti, egresado de la ENAC UNAM, por sus cortometrajes y el largometraje “El sueño del Mara’akame” que mostró su profundo interés y sensibilidad por explorar el universo, pensamiento y la estética de los pueblos originarios de México. Centrado en personajes y la cultura rarámuri del occidente de México, el filme muestra el choque de generaciones entre un joven músico y su padre chamán. En “Jíkuri: Viaje al país de los tarahumaras” Cecchetti abre la lente y los temas al choque y entendimiento cultural entre dos maneras de entender el mundo y la esencia del ser humano. El filme se nutre de la cosmovisión y sabiduría ancestral del pueblo Tarahumara, el grandioso entorno de la sierra y el colorido de los atuendos para crear un espacio de entendimiento y esperanza de sanación entre el pensamiento racional centro europeo y el natural y místico del pueblo tarahumara. Su búsqueda y exploración llevada a una narrativa y estética original respira autenticidad. Lástima que el Ariel no premia el cine de contenido etnográfico que aporta a la búsqueda de la identidad –o mejor las identidades– mexicanas.