Está partiendo una generación sin decir adiós y otra generación observa pasmada como pasa ante ellos un orden de las cosas que se desmorona ante la impotencia de la generación que servía como bisagra entre dos mundos que están irremediablemente en crisis.
No hay a donde voltear, a donde ir, no hay salida posible; tenemos que seguir que seguir aquí, pero no podemos cruzarnos de brazos y ver como se van unos y como viven otros en un confinamiento que no acertamos a volver normal.
Mientras escribo esto la comunidad se prepara para despedir a Jorge Alcorcha, cada quien a su manera, unos lo conocimos y tratamos, otros lo tuvieron como referencia; y hace unos días pasó igual con otros integrantes de la comunidad cultural lagunera y, lamentablemente, seguirá pasando.
Sé que muchos han hecho todo lo posible por adaptarse, incluso por ser mejores en medio de la pandemia y responden con su conducta a una pregunta que fue sustancial hace cuatro meses ¿seremos mejores personas cuando pase la pandemia?
La respuesta es sí, si nos humanizamos, si volteamos a ver las necesidades de los otros que somos todos y ofrecemos nuestro trabajo para ayudar a re construir conceptos sobre arte y cultura.
La idea de comunidad nos salvará.
Reconocer en vida a los demás, a los que han trabajado desde sus trincheras y que, en muchos casos, no han pedido algo a cambio, el aplauso es suficiente para muchos que también son héroes de las tablas, las galerías, las aulas, los escritorios...
Ese reconocimiento es sanador, necesitamos trabajar en la creación y consolidación, en la revisión de archivos, de testimonios, de valorar el trabajo de los otros y de sentirnos orgullosos por ser laguneros.
Con o sin las instituciones de gobierno, el trabajo en equipo debe ser la forma de trabajo porque no hay salida, o trabajamos todos juntos o los trabajos no serán, porque los tiempos han cambiado y la labor de súper hombres y súper mujeres ya no va con un mundo nuevo por circunstancias que nos da la oportunidad de re inventarnos.
