Regresé sobre mis propios pasos para recordar, una vez más, el Via Crucis del joven carpintero que murió por amor y reconozco más piedras de la calle Tacuba en el centro de Zacatecas, pero podría ser el cerro de las Noas, o la Acequia de Viesca; son todos los caminos centenarios y nuevos que veo desde las aceras y camino para acompañar al Nazareno que motiva mis viajes a las ciudades coloniales mexicanas para confirmar una y otra vez que La Dolorosa cuando sale del templo de San Roque en Guanajuato, o gira en Catedral para continuar su Procesión por la avenida Hidalgo en Zacatecas, es la misma madre que perdió a su hijo.
No importa si Hernán Cortés celebró la primera Procesión en 1526 como una forma d e adoctrinamiento y Pedro de Gante creó las primeras Cofradías de indios hace casi 500 años o un grupo de políticos inicia la Procesión en este siglo con la misma intención doctrinal... La marcha doliente me conmueve cada año.
En San Luis Potosí lanzaron la idea de la Procesión de Sangre apenas en 1954, en Morelia fue en 1976, el gobernador de Coahuila y el Obispado de Torreón lo hicieron en 2015, el Barrio de Analco en Guadalajara estrenó Procesión ayer.
Pero Guanajuato lo hace desde 1534 y Zacatecas desde 1550, cada año desfilan las Cofradías religiosas (no turísticas) para expiar sus pecados, costaleros que cargan Pasos de cientos de kilos para representar la Pasión, Muerte y Redirección de Jesús en la Iglesia de la Compañía y sus alrededores para manifestar su Fe y necesidad de perdón en una procesión donde los feligreses rezan “pasos inciertos doy, el sol se va; mas, si contigo estoy, no temo ya...” como escuché anoche a la Cofradía Jesús Divino Preso del templo del Sagrado Corazón.
La Procesión del Silencio la inventaron los andaluces en el siglo XIII y es uno de los momentos más impactantes de nuestra cultura y en Málaga, España, los legionarios cargan al carpintero fallecido mientras le cantan al Cristo de la Buena Muerte; “soy un novio de la muerte”.