No me queda claro exactamente si mi juicio sea el más acertado o (en el otro extremo) el más idiota, pero es el mío.
Muchos periodistas se han solidarizado con Carlos Loret de Mola luego de que el Presidente Andrés Manuel López Obrador arremetiera contra el comunicador debido a que exhibió una serie de reportajes sobre la vida que lleva uno de sus hijos en los Estados Unidos.
De alguna manera el gremio tiene razón, un personaje de la envergadura del Ejecutivo Nacional lanzando andanada en contra de un periodista (o de cualquier hijo de vecino) con todo el aparato del estado resulta desproporcionado en cualquier dimensión y todavía el fenómeno recrudece con la amenaza de utilizar órganos autónomos en su contragolpe y como "cereza del pastel" lo hace en cadena nacional.
Vengativo y sin reparo.
Por supuesto que hubo indignación, tampoco "me caso" con Loret y sus "intereses" pero que te amenace el Presidente sí está de preocuparse, porque entonces todo el discurso del amor y la reconciliación viene a "darse al traste", por la boca muere el pez.
El jueves pasado tuve la oportunidad de ver (a través de la cuenta de Instagram del comunicador Joaquín López-Dóriga) una protesta muy seria e inusual que encabezó el colectivo de periodistas de Querétaro en contra de dirigentes de Morena, en la rueda de prensa que convocaron los liderazgos del Movimiento no hubo preguntas y los reporteros le dieron la espalda a los integrantes de la mesa, es decir, se expresaron en contra de las políticas de persecución del "feroz" Presidente y nada más, no hubo preguntas, no hubo información, no hubo feedback. Recriminaron también sobre los asesinatos e intimidaciones de los que "son víctimas" y lo entrecomillo porque debo hacerlo patente.
Por qué a partir del pleito entre el Presidente y Loret los comunicadores se pronuncian, por qué los de Querétaro y los 63 mil en twitter se indignaron y se dolieron del problema por el que atraviesa el gremio...
Yo sé, por lo centralistas que somos, porque debe ser un personaje con "farol" internacional el agredido, para tener acceso a la voz y consecuentemente a la reacción.
No recuerdo a ningún compañero, ni colega de ningún medio nacional (salvo el propio, por la naturaleza de los hechos) solidarizándose con los de provincia cuando ha ocurrido un acontecimiento no como (insisto) el pleito entre López Obrador y Loret, hablo de asesinatos y no muy lejos, aquí, en estas tierras, aquí, en estas páginas, con Eliseo Barrón y con Rodolfo Ochoa.
Definitivamente las instituciones colapsaron, el Presidente está fuera de sí, él, su gabinete, sus correligionarios:
La ley de la plata y plomo, pero también el centralismo del gremio periodístico.
Lástima de instituciones, de pisoteada Constitución, de país.