Debido al veto impuesto por la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA), como castigo a la reiterada costumbre de gritar expresiones homofóbicas durante los partidos de la Selección Nacional por los aficionados, se inició el camino a Qatar en un estadio Azteca sin público, por primera vez en la historia de las eliminatorias mundialistas.
En un partido que pareciera para el olvido, los aztecas lograron obtener sus primeros 3 puntos frente a una selección de Jamaica, los Reggae Boyz, sin muchos de sus jugadores impedidos a viajar a México por las disposiciones de los países donde juegan profesionalmente, en relación con el covid-19.
Como tal el castigo parece una “llamada a misa” toda vez que el famoso grito se ha seguido repitiendo en los estadios, principalmente cuando la Selección Mexicana juega en los Estados Unidos partidos amistosos de preparación que otorgan más que fogueo a los jugadores, una buena cantidad de dólares a la Federación Mexicana de Futbol.
Sin encontrar una respuesta clara al porqué los aficionados iniciaron esta “moda” del grito prohibido, es evidente que demuestra una forma de expresar una abierta presión al guardameta contrario y una forma de regocijo desde la grada de los asistentes a los juegos de futbol. Muchos por cotorreo, sin dimensionar las consecuencias modernas.
Más que un grito abiertamente homofóbico, estoy convencido que es parte de esa actitud de demostrar hacia los otros la falta de empatía y solidaridad con los que desde las butacas y en el anonimato hacen valer su “derecho” a gritar a los que están trabajando para ellos.
La sístole social de Durkheim, que representa el poder social que regula a los individuos mismos y que dependen de todos y de todas para generar lo que se reconocerá como convivencia colectiva, y que genera espectros culturales y de pertenencia, eso explicaría porque la práctica del grito prohibido más en los estadios de los Estados Unidos que en México, nuestros paisanos se reconocen y buscan identidad en esos símbolos que van más allá del verde, blanco y rojo. No justificamos que suceda, que quede claro, pero es una manera de explicarlo.
Tal vez por eso cuando en un “Azteca” vacío y en silencio los jugadores jugaban más con la lluvia que contra su contrincante y extrañaban a sus “patrones” gritarles y darles las órdenes que por pagar un boleto creen que tienen el derecho de hacerlo.
¡Grita México!
Amador Gutiérrez Guigui