Política

Ómicron, Deltacron y la histeria colectiva

Entro a las redes sociales y veo fotos de gente muy contenta partiendo la rosca, viajando a lugares de ensueño o participando en cualquier cantidad de festejos.

Después salgo a la calle y veo a las multitudes alarmadas haciendo filas para realizarse pruebas de COVID y hay algo que no me checa:

Si estas personas ya sabían que el virus estaba desatado, ¿por qué se juntaron a partir la rosca, por qué se fueron a lugares de ensueño y por qué participaron en todos esos festejos?

Y peor tantito, ¿si le tenían tanto miedo a la enfermedad, por qué tuvieron la desfachatez de presumirlo?

Esto ya está muy enfermo y combina la pandemia provocada por el virus SARS-CoV-2 con una suerte de histeria colectiva impropia de una sociedad tan supuestamente avanzada como la que tenemos.

Porque, no sé usted, pero yo tengo la impresión de que un alto porcentaje de esa gente que subió historias de sus pachangas, cenas y borracheras es el que ahora condena al gobierno por temas como el regreso a clases presenciales.

¿Con qué cara acusamos de estúpidas a las autoridades por pretender que nuestros hijos vuelvan a las escuelas en tiempos de COVID-19 cuando nosotros mismos los estuvimos exponiendo llevándolos a convivir con los abuelos, las primas y los compadres?

¿Qué le hace suponer a esa gente que el gobierno está propagando la enfermedad y nosotros no? ¿Sí entiende el nivel de demencia que hay detrás esto?

A finales de agosto, principios de septiembre, del año pasado, se hizo todo un escándalo porque comenzó el regreso a clases.

Los “doctos especialistas” que aparecieron en redes y medios no paraban de afirmar que nuestros niños se contagiarían horrible y llevarían el virus a todos los rincones del país.

Ya estamos en enero. ¿Y qué pasó? ¿Cuántos de aquellos niños se contagiaron? ¿Cuántos “asesinaron” a sus padres y maestros?

En cambio, en las últimas semanas, quienes hemos entrado a las redes hemos leído cualquier cantidad de afirmaciones sobre las vacunas, el Ómicron y hasta el Deltacron.

Que “si quiero no me vacuno y te friegas”, que si el Ómicron es como una “gripita” muy leve, que si los gringos están exagerando.

Estos personajes le han hecho un daño terrible a la humanidad. Y a ver, ¿quién les dice algo? ¿Dónde está el castigo? ¿Dónde está el desprestigio?

¿Ahora entiende cuando le digo que esto es demencial? Estamos a nada de repetir historias de terror vinculadas a la histeria colectiva como la quema de brujas en Salem.

¿Y todo por qué? Por nuestra culpa. Por no hacer nuestra parte. Por no aguantar un poco más para volver a vernos en persona, para volver a abrazarnos, para volver a los tumultos.

En el caso mexicano, el COVID-19 está a nada de volverse endémico. El año pasado, en estas fechas, perdimos a muchos seres queridos que se contagiaron en el maratón Guadalupe-Reyes.

¿Y qué está pasando ahora? Exactamente lo mismo. ¡Ah, pero qué buena estuvo la posada! ¡Ah, pero qué pésimo es el gobierno que no sabe hacer las cosas!

Nos vemos en 2023. Algo me dice que, si llegamos, volverá a suceder lo mismo pero peor porque como serán más años acumulados de pandemia y las elecciones presidenciales estarán más cerca, las pachangas serán más desesperadas y los ataques a la autoridad más violentos. ¿A poco no?

Álvaro Cueva

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Álvaro Cueva
  • Álvaro Cueva
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  • Es el crítico de televisión más respetado de México. Habita en el multiverso de la comunicación donde escribe, conduce, entrevista, da clases y conferencias desde 1987. publica de lunes a viernes su columna El pozo de los deseos reprimidos.
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