El que se enoja, pierde y AMLO se enojó mucho tras el fracaso de su reforma eléctrica. Por tanto, perdió mucho. Cada día pierde más.
¿Por qué? Porque su narrativa se ha convertido en una desgracia.
¿Qué es lo que un presidente, de cualquier país, debe hacer cuando vive una situación como ésa?
Primero, darles las gracias a todos los legisladores por su participación. Eso es por la más elemental educación. Un presidente que no es educado, no puede ser un buen presidente.
Segundo, asumir la derrota con dignidad y desearle éxito al marco legal sobre el que se seguirá moviendo la electricidad.
Pero espérese, aquí viene un tercer punto, el más importante de todos: se debe poner a trabajar de inmediato en los otros puntos importantes de la agenda nacional para evitar que la sensación de fracaso contamine el resto de su administración.
En el caso concreto de México hoy, estamos hablando de los feminicidios, inseguridad y muchas cosas espantosas.
¿Qué fue lo que hizo Andrés Manuel López Obrador después de perder con esta iniciativa? Montó en cólera y maldijo a quienes se opusieron a su reforma llamándolos traidores a la patria.
Como por acto de magia, todos los miembros de Morena, sus aliados y amigos iniciaron una campaña de odio en contra de quienes no estuvieron de su lado.
Odio es odio. No hay manera de justificarlo. Nunca. No importan antecedentes, niveles de discurso ni nada de nada. ¡No! ¡No! ¡Y mil veces no!
¿Qué podemos esperar de un presidente que odia? ¿Qué podemos esperar de un grupo de políticos, aliados y amigos que odian y, peor tantito, que odian para respaldar a su presidente?
Pausa. Piénselo. En serio.
Este asunto de los supuestos traidores a la patria es mil veces peor que cuando AMLO interrumpió la agenda nacional para perjudicar a Carlos Loret de Mola haciendo pública su información privada.
¿Por qué? Porque aquí no estamos hablando ni de un periodista ni de un gremio. Estamos hablando de los representantes del pueblo de México.
A usted le podrán caer bien. A usted le podrán caer mal. Pero eso son: nuestros representantes.
Pedirle al pueblo que considere a sus representantes como traidores es acusar al pueblo de traición, es acusar de traidoras a las familias mexicanas. Es una falta de respeto para la sociedad entera.
Ni Enrique Peña Nieto, ni Felipe Calderón ni Vicente Fox, que para la Cuarta Transformación son los responsables de todas nuestras desgracias, se atrevieron a hacer algo así.
¿Se imagina lo que hubiera pasado si Peña le hubiera dicho traidor a AMLO?
Si cuando las campañas de 2006 se hizo un escándalo por lo de “Andrés Manuel López Obrador es un peligro para México”, póngase a pensar en lo que hubiera sucedido si los productores hubieran agregado la frase “traidor a la patria”.
¿Ahora resulta que eso está bien? No, perdón, y algo me dice que dentro de algunos años los que van a ser etiquetados como traidores van a ser otros.
La razón es muy simple: Andrés Manuel López Obrador está a nada de convertir en mártires a sus enemigos y cuando eso ocurra ideológicamente dejará de ser una víctima para convertirse en villano y eso será su ruina, la de sus aliados y amigos.
Por eso hay que tener mucho cuidado con los corajes y las narrativas. Por eso hay que saber perder. ¿O usted qué opina?
Álvaro Cueva