¿Cómo estás? Yo, profundamente orgulloso de ti. ¡Eres Miss Universo! ¡Ganaste! ¿Te das cuenta de lo que esto significa? Es maravilloso.
Tu corona es un estímulo increíblemente positivo para millones de mujeres y de hombres que no han parado de recibir malas noticias desde hace mucho, muchísimo tiempo.
Eres un rayo de luz en medio de tantísima oscuridad porque, además, lo hiciste excelente.
Deja tú lo hermosa que estás, hablaste como inteligencia, te atreviste a decir cosas sobre el covid-19, por ejemplo, que no cualquiera hubiera dicho, pero, además, hablaste de valores, de conflictos de género, de autoestima. ¡Eres grande!
Toda tú nos mandaste grandes mensajes de empoderamiento femenino, de valentía, de dignidad. No había manera de verte, de escucharte, y de no adorarte.
Y, ojo, decir esto en este momento histórico donde tantas personas trabajan de analistas políticas, de activistas sociales y de intelectuales de izquierda, lo cual implica un odio automático a los concursos de belleza, no es cualquier cosa.
¿Te diste cuenta de lo que provocaste a nivel opinión pública? ¿Ya te fijaste en lo que sucedió en las redes sociales?
Por si esto no fuera suficiente, contrariamente a lo que muchos pudieran decir, le devolviste su categoría al español y eso, fue tan divino como el trabajo que el canal TNT hizo durante la transmisión. ¡Felicidades!
¿Pero sabes qué es lo que más admiro de tu historia de éxito? Que sacaste la casta justo cuando muy pocas entidades te apoyaban.
¿Por qué? No nos hagamos tontos, porque había mucho odio a tu alrededor.
Por un lado, teníamos ese enfermísimo rencor de la prensa especializadas que en los últimos años se ha dedicado a hablar puras pestes de la gente que está en los concursos de belleza.
Quién sabe qué tienen en su alma, pero han acabado con la magia de los concursos de belleza a tal grado que ahora esto pertenece más a la prensa del corazón que a la de espectáculos y han colocado a México en una pésima posición en cuanto a prestigio y glamur respecto a lo que ocurre en otros rincones de América Latina.
Pero espérate, se pone peor. Por el otro lado tuviste los rencores empresariales y es que, como sabes, esto cambió de televisora, cambió de patrocinadores y eso, obviamente, provocó una suerte de guerra informativa en contra de todo lo que tuviera que ver con la organización y los directivos que te convirtieron en la reina de belleza de nuestro país.
Para no hacerte el cuento largo, cualquier otra persona, en tu situación, hubiera fracasado, hubiera jugado al chisme barato o hubiera caído en depresión.
Tú, no. Como que transformaste todo ese odio en amor, como que pasaste por encima de cualquier truculencia de la industria del corazón y pusiste el nombre de México muy, muy en alto.
Eres un orgullo de nuestro país, un ejemplo para millones de niñas y de niños. Eres justo lo que este pobre pueblo necesitaba para sonreir un poquito en medio de tanta tragedia.
¡Gracias! ¡Muchísimas gracias por esto y por todo! ¡Gracias a ti, a tu familia, a la televisora y la organización que te impulsó! ¡Gracias por ser quien eres! ¡Gracias por ser Miss Universo! ¡Que Dios te bendiga siempre!
Con amor, respeto y admiración, Álvaro Cueva.