Me siento profundamente conmovido por el gran evento mediático del día de ayer: “Palmas a la palma”.
Una explicación a la gente de otros lugares: en Paseo de la Reforma, el corazón de Ciudad de México, hay una glorieta muy especial, tan importante como la del Ángel de la Independencia.
¿Qué hay en ella? Una palma. Sí, sólo eso. Una palma que se sembró a principios del siglo XX. Una palma que milagrosamente sobrevivió a todos los cambios políticos, económicos y sociales de los últimos 100 años.
Por increíble que parezca, esa palma se convirtió en un referente muy querido por la población. Todos, por acá, tenemos una historia con la palma.
Para no hacerle el cuento largo, la palma cumplió con su ciclo de vida, se contagió de una enfermedad mortal y anoche fue retirada.
¿Cuál es la nota? El magnífico manejo que el Gobierno de la Ciudad de México hizo de esta noticia.
A mí me tocó ir el sábado a despedirme y era impresionante ver a las multitudes rindiéndole culto a esa planta, llevándole ofrendas, demostrándole su amor.
Si no lo veo, no lo creo. Cualquier otro gobierno hubiera cerrado la zona, hubiera quitado la palma, hubiera comenzado la construcción de un monumento o le hubiera entregado la glorieta a la iniciativa privada para que la llenara de locales comerciales.
Las autoridades capitalinas convocaron a la población a “Palmas a la palma”, una gran ceremonia que se llevó a cabo ayer por la mañana y que se transmitió en vivo por Capital 21, el canal del Gobierno de la Ciudad de México.
Ese programa fue tan importante que la señal fue retomada no sólo por otros medios públicos. ¡Apareció en los privados!
¿Cuál es la nota? Que el Gobierno de la Ciudad de México consiguió el milagro más grande que se ha dado en este país en los últimos años: unirnos como sociedad.
Sin importar ideologías, niveles socioeconómicos, edades, religiones u orientaciones sexuales, todas y todos los habitantes de la capital de la nación fuimos una, fuimos uno, ayer por la mañana.
Y lo más hermoso es que nos unimos alrededor de un árbol, de un ser vivo, para homenajearlo, para darle las gracias. ¿Se da cuenta del poderoso mensaje que esto le manda a la humanidad entera?
No sé usted, pero yo jamás había visto algo así. Y la festividad fue preciosa por la amenidad de su tono y por el nivel de representatividad de quienes participaron.
Estuvieron las autoridades de Medio Ambiente, Cultura e instituciones vinculadas a la reforestación tocándonos el corazón y dando explicaciones de lo que estaba sucediendo ahí.
También estuvieron el historiador Enrique Ortiz García y el periodista Juan Becerra haciendo las delicias de la multitud que, por supuesto, bailó y le dedicó un minuto de aplausos a esa planta.
Pero el momento de gloria fue cuando un niño llamado Sebastián “el minibiólogo” habló en representación de las nuevas generaciones.
Gran evento que remató con el aviso de la consulta pública para que la sociedad elija el árbol que sustituirá a esa palma y al que, por supuesto, le daremos la bienvenida con el mismo amor.
¿Ahora entiende cuando le digo que me siento profundamente conmovido? Estas cosas no se ven todos los días. Hay que atesorarlas, celebrarlas y aprender. ¿A poco no? ¡Felicidades!