¡Qué cosa tan más buena de obra de teatro es “Los últimos días de Judas Iscariote”! Antes de que pase algo más, mate por encontrar boletos porque la temporada va a ser muy, muy, muy pero muy corta.

Se presenta hasta el 31 de agosto en el Teatro del Centro Cultural Helénico.
¿Por qué es buena? Porque parece producción de Alejandro Gou. No tiene usted una idea del repartazo divino multitudinario que sale.
Porque es una aportación impresionantemente divertida dentro de las nuevas tendencias del teatro que estamos viendo en Ciudad de México.
Y porque se trata de un montaje memorable, de esos que se comentan con el paso de los años. O la va a ver, o la va a ver.
Dicho lo anterior, ahora sí voy a profundizar.
REPARTAZO
¿Qué es lo primero que buscan las audiencias cuando van a ir a ver un espectáculo? Gente. Y no lo digo yo, lo dicen los estudios de las mejores universidades del mundo.
Mentira que el contenido. Mentira que la historia. La gente quiere ver gente, gente que conozca, gente que le dé certeza, gente que le guste.
“Los últimos días de Judas Iscariote” está llena de mucha y muy buena gente. Todos famosos. Todos haciendo muchas cosas muy locas con muchos personajes en un escenario que no se para de transformar.
Está la tres veces ganadora del Ariel doña Mónica del Carmen haciendo una interpretación como para morirse de tan tremenda, de tan divertida.
Tenemos a la inmensa multinominada a los Metro y a los premios ACPT doña Michelle Rodríguez sacando carcajadas con una transformación vocal totalmente inesperada, hilarante.
Contamos con el impresionante Luis Fernando Peña cuyo talento es tan grande que puede quedarse sentado en una sillita en proscenio y tener al público ahí, atrapado, todo el tiempo que él quiera. Increíble.
También está Silverio Palacios, una figura fundamental del cine mexicano que es quien lleva todo el peso de esta puesta en escena jugando con el tono y con el ritmo como sólo lo hacen los grandes.
Todos sabemos lo buena que es Nailea Norvind. ¡Pues qué cree! Aquí usted la va a amar mil veces más porque está desbordada, potenciada, multiplicada. Todavía no puedo creer lo que hace con la Madre Teresa.
Francisco Rubio es un actorazo fantástico nominado al Ariel a quien seguramente usted admira tanto como yo. Su trabajo en este montaje es exquisito y decir eso cuando hablamos de comedia negra no es cualquier cosa.
Sale Enrique Arreola. Usted sabe que fue ganador del Ariel. Usted lo ha visto en un montón de interpretaciones magistrales. Bueno, aquí, le va a fascinar. Hasta siento que se divierte mientras nos divierte. Me encantó.
Ver al nominado al Ariel Pedro de Tavira siempre es un agasajo. Su Satán, en este montaje, es el mejor Satán que he visto en mi larga vida. ¿Necesito decir algo más?
Federica Rangel es una figura internacional, de origen venezolano, a la que he tenido el privilegio de ver en títulos como “Fear The Walking Dead”. Me enloqueció verla aquí burlándose de ella misma. ¡Gracias!
Baruk Serna es un chico con un talento monumental. Amo que haya llegado hasta aquí porque eso manda mensajes. Mensajes que tienen que ver con lo que vale. Mensajes que tienen que ver con oportunidades. ¡Bravo!
Me he convertido en un devoto admirador de la excelente actriz cubana Yessica Borroto tanto por su trabajo en series como en teatro. Nunca la había visto en comedia. Tiene que hacer más de esto. Punto.
Por último, menciono a Sebastián Silveti. Él es Judas en “Los últimos días de Judas Iscariote”. Se lo voy a decir con todas sus letras: si se cuida, este muchacho se podría convertir en el próximo Diego Luna. Así: de ese tamaño. No lo pierda de vista.
Sí, son muchas actrices. Sí, son muchos actores. Y de repente alternan. Pero qué bueno, ¿no?
TENDENCIAS
Sé que estamos hablando de una obra de Stephen Adly Guirgis (“El hijo de puta del sombrero”) estrenada en 2005, pero no puedo dejar de ponerla en el contexto de lo que estamos viendo hoy, en 2025, en los escenarios mexicanos ni de lo que estamos viviendo en otras aristas del entretenimiento.
“Los últimos días de Judas Iscariote” es como “Juicio a una zorra” y como “La niña en el altar”. Es revisionismo histórico.
No sé a usted, pero a millones de personas y a mí nos han contado mil y un horrores de Judas Iscariote. ¿Pero qué tanto es verdad? ¿Qué tanto, mentira?
¿Qué hubiera pasado si Judas no hubiera traicionado a Jesús? ¿No será Judas el gran motor de muchas cosas muy buenas? ¿No estará la cristiandad en deuda con él?
Sí está muy grueso y sí vale la pena replantear esto ahora que todo se está moviendo.
“Los últimos días de Judas Iscariote” es un juicio. Usted va a ir al teatro a ver un juicio: juez, abogado, fiscal, jurados, testigos. ¡No sabe qué “show”!
Por otro lado, a mí me pasó una cosa muy especial mientras miraba esta puesta en escena de dos horas y media dividida en dos actos: me sentí en TikTok.
En mi fuente está pasando algo muy especial: a las audiencias les venden la idea de que están mirando puras cosas cortas, mucho muy cortas.
Pero la verdad es que se pueden echar horas, muchísimas horas, en eso. ¿Dónde está lo corto?
“Los últimos días de Judas Iscariote” es una obra larga, pero muy “Hamilton”. Estructurada con base en puras escenas cortas que se van sumando, que se van sumando y que se van sumando.
Cada una de ellas vale por sí misma, pero sumadas adquieren proporciones titánicas.
Eso permite que todos los actores que salen sean protagonistas, que todos brillen y que al final, en equipo, sacudan al público con mucha más fuerza que en cualquier otro montaje.
¿Cuál es la nota? Que esto es comedia. ¿Revisionismo histórico en comedia? ¿Estructura teatral de maratón de TikTok en comedia?
Hay que verlo para creerlo. Pero es comedia oscura. Comedia irreverente. Comedia que pone a pensar.
MONTAJE
Quiero felicitar públicamente a Marco Vieyra por su dirección en esta obra porque no es sólo el reparto. No es sólo la historia. Hay una propuesta escénica que se agradece.
Los trazos son sofisticadísimos. Las actrices y los actores entran y salen, trepan, bajan, se retuercen. Se mueven hasta por los pasillos.
Esto, en esta clase de obras, con este nivel de figuras, no es muy común. No me quiero ni imaginar los meses de ensayo.
Por lo mismo, me da pena que una propuesta tan buena, tan grande, tan compleja, vaya a durar tan poquitos días en cartelera.
Sí, yo sé que son las reglas del teatro de ahora pero, la verdad, ni le da oportunidad al talento de calentar ni le da la oportunidad al público de recomendar. ¿O usted qué opina?
Luche con todas sus fuerzas por ver “Los últimos días de Judas Iscariote” en el Teatro del Centro Cultural Helénico. Le va a gustar. De veras que sí.