Todos los que amamos la televisión en este país estamos de fiesta porque La rosa de Guadalupe está celebrando 15 años de éxito.
Quiero que se ponga a pensar, por un momento, en lo que esto representa para este país.
México viene de una larga tradición de teleteatros y de programas unitarios que han hecho historia en diferentes horarios, pero ninguno había alcanzado los niveles de audiencia nacionales e internacionales ni los reconocimientos locales y globales de esta creación de Carlos Mercado-Orduña (Así son ellas).
La rosa de Guadalupe es hoy, lo que El Chavo en los años 70, lo que Cuna de lobos en los 80, lo que las telenovelas de Thalía en los 90. ¡Cañonazo total!
¿A qué podemos atribuir este fenómeno? A la experiencia de su productor, el señor Miguel Ángel Herros.
Contrariamente a lo que muchos piensan en esta época donde se supone que los jóvenes que estudiaron cine en el extranjero se la saben de todas, toda, este hombre nos da una cátedra de televisión todas las noches.
El señor Herros es un adulto mayor, pionero de la televisión mexicana, hombre de trabajo que entendió, desde que comenzó como niño actor en los años 50, a respetar al público, a entender a las audiencias.
Resultado: La rosa de Guadalupe es una propuesta gloriosa que ofrece contenidos diferentes, para públicos diferentes, dependiendo del día y la hora en que va a transmitir.
Aquí no se trata de grabar por grabar, se trata de crear y programar atendiendo a las multitudes.
Cuando casi nadie hablaba de orientación social, por ejemplo, La rosa… lo hacía desde muy distintas posiciones:
Episodios para mujeres, para hombres, para niños, para jóvenes, para adultos mayores, para la comunidad LGBT, sobre las noticias del momento, para eventos como Teletón, metiéndose incluso con las autoridades.
No se deje llevar ni por el título ni por recursos como “el vientecito”. La rosa de Guadalupe es una emisión particularmente valiente a la que no se le ha ido ningún conflicto social.
¿Entonces por qué no ha tenido problemas con el gobierno o con las asociaciones que pelean por ciertos contenidos?
Porque está hecha, insisto, con respeto, como la mejor televisión mexicana de todos los tiempos.
Y es en este punto donde yo quisiera poner sobre la mesa situaciones que casi nadie menciona.
Así como antes era un privilegio salir con Raúl Velasco, con Verónica Castro o con Jacobo Zabludovsky, hoy es un honor salir en La rosa de Guadalupe.
Este programa, a pesar de que está hecho bajo esquemas de alta austeridad, ha sido la pasarela para que las estrellas más importantes de México sigan consintiendo a su público y la oportunidad de oro para una nueva generación de actores.
¿Y qué me dice de todo lo demás? ¿De la gente que no vemos, pero que hace posible este trancazo como la asesora de contenidos, los otros escritores, los directores de escena y de cámaras, y los coordinadores de producción?
La rosa… es una gran fuente de trabajo, de ideas, la confirmación de que el melodrama tradicional mexicano sigue siendo nuestra máxima aportación.
Felices 15 años a todos los involucrados en este concepto, a Las Estrellas, a Televisa, pero sobretodo, a usted que, como yo, lo mira. ¡Bravo! ¡Bravo! ¡Bravísimo!