Cómo han cambiado las cosas desde que comenzó la cuarentena, ¿verdad?
Antes me sentía triste por los espectáculos que habíamos dejado de ver por tener que encerrarnos en casa.
Ahora, por increíble que suene, siento una tristeza igual o peor por todas las manifestaciones artísticas que nacieron con el covid-19 y que comenzarán a desaparecer en las próximas semanas.
Me refiero a las transmisiones especiales, obras de teatro, series, películas, documentales, espectáculos de cabaret y conciertos vía redes sociales y Zoom que nos han hecho la vida a muchísimas personas en estos tiempos tan difíciles.
Me queda claro que jamás pensaron sustituir al espectáculo en vivo, pero le guste quien le guste o le moleste a quien le moleste, también tienen su gracia, su magia y, lo más importante, también mandaron mensajes poderosísimos.
La semana pasada vi, por ejemplo, Lady paraguas de Xavier Villanova con Carolina Gómez de Orozco y me encantó porque era un show de redes diseñado para las redes, con un tema de las redes y una actuación sublime.
¿Y qué me dice del más reciente Inicio de sesión con Humberto Busto y Benny Ibarra, esta gloriosa propuesta de dramaturgos como Reynolds Robledo que, sin dejar de ser un experimento, nos llevó a otros niveles? ¡Enorme!
A lo mejor soy un ridículo, pero me va a doler cuando lleguemos a ese punto en que dejemos de ver todas estas expresiones de nuestra creatividad, de nuestra fuerza.
Por eso le ruego que, mientas pueda, las busque y que atesore cada una de estas presentaciones cuyo valor histórico es incalculable.
El sábado pasado ocurrió algo importantísimo, algo que necesariamente se tiene que escribir en la historia del teatro mexicano.
Mentiras, ese musical maravilloso que muchísimas personas amamos y que hasta antes de la pandemia llegó a estar más de 11 años en cartelera, con más de 4 mil representaciones y con más de un millón de espectadores, ofreció una función en línea.
Fue precioso, luminoso, desgarrador. No lo puedo decir de otra manera.
¿Por qué? Porque fue la puesta en escena tal cual, en el teatro, con un reparto fantástico, con toda esa energía, con toda esa alegría y con una nostalgia multiplicada por la distancia.
Porque a muchas personas que estamos ahogadas en la depresión, que la gozamos de principio a fin, nos llenó de alegría justo ahora que más lo necesitábamos.
Y porque fue inevitable que a varios se nos saliera una lagrimita mientras veíamos a Angélica Vale y Dalilah Polanco amenizando la transmisión, mientras cantábamos esas canciones con nuestras familias, mientras recordábamos lo que era la vida antes de esta maldición de la pandemia.
¡Gracias! Gracias a José Manuel López Velarde por escribir este musical, a OCESA, a Federico González Compeán y a Morris Gilbert por producir esta aventura y a la larga lista de personas que se involucraron en esta transmisión tan compleja.
Porque además de las extraordinarias actuaciones de Kika Edgar, Ana Cecilia Anzaldúa, Paola Gómez, María Chacón, Mary Francis Reyes y Carlos Gatica, hay que sumar músicos, escenógrafos, vestuaristas, maquillistas, peinadores, iluminadores, camarógrafos, sonidistas y muchos, realmente muchos expertos en esta clase de transmisiones.
Sin afán de amarrar navajas, este tipo de ejercicios, así de caros, así de grandes, no son comunes cuando hablamos de espectáculos “pandémicos”.
¡Gracias! ¡Gracias eternamente a Mentiras, a Inicio de sesión, a Lady paraguas y a todos los demás!
Algo me dice que los vamos a extrañar cuando esto termine. Algo me dice que algún día, en el futuro, cuando volteemos a 2020 y recordemos todo este horror, se hablará de ustedes con orgullo. ¡Felicidades!