Uno sabe que los Golden Globes están en problemas cuando, justo después de una temporada complicadísima de pandemia, huelgas y escándalos, se sacan de la manga nuevas y peores categorías para premiar.
¿A qué miembro de ese grupo de periodistas, en su sano juicio, se le pudo haber ocurrido algo tan estúpido como instituir un premio a la película más taquillera del año?
No nos hagamos tontos. Por más que lo adornen con que es un premio para los logros, para las aportaciones o para lo que usted quiera, guste y mande, es una idiotez.
Es decirle a la gente: miren, como no tenemos “llenadera” y sabemos que lo que hacemos está mal, necesitamos llamar la atención de las multitudes jalando dinero de donde sea y se nos ocurrió premiar a los que más ganan.
Créame que esto es monstruoso, que es anteponer el negocio a la calidad, que es el principio del fin. Algo muy enfermo.
¿Por qué? Le explico: los premios de verdad, como se suponía que eran estos, no existen para quedar bien con nadie. Existen para estimular a la industria.
¿Qué clase de estímulo puede necesitar alguien que ya se forró de dinero? Es la cúspide del elitismo, del clasismo, de lo peor.
Pero espérese porque apenas estoy comenzando. Cuando hablo de estímulos, no sólo hablo de dinero. Hablo de arte, de belleza, de la otra parte de la industria.
Meter ahí un premio que apela por las ventas de boletos es cancelar el arte, promover la mierda, darle la bienvenida exactamente a los contenidos y a los personajes que más daño le pueden llegar a hacer a las audiencias.
Es como si los economistas premiaran a los narcotraficantes porque, como mueven mucho dinero, son “excelentes” empresarios.
Aunque haya ganado “Barbie”, que finalmente es una gran película, ésta fue la peor manera de comenzar el año. ¡La peor!
Ojo: no tiene nada de malo celebrar la popularidad. Pero para eso existen otras ceremonias como los People´s Choice Awards, no los Golden Globes.
Y es que, ¿quiere que le diga lo más preocupante? Los Golden Globes eran sinónimo de seriedad, un ejemplo a seguir, lo que muchos querían copiar.
Con el pretexto de que “si ya lo están haciendo en los Golden Globes, ¿por qué no lo vamos a hacer nosotros?”, antes de lo que usted se imagine, vamos a ver montones de traiciones editoriales en muchas de las más poderosas premiaciones de México, Iberoamérica y el mundo entero.
Ya vi a la más nefasta comedia romántica del “streaming” quitándole el Ariel a esfuerzos como los de “Tótem”, “Ruido” y “La civil”.
Ya vi a personajes nefastos arrebatándole los TVyNovelas a figuras fundamentales como Diana Bracho, Ana Martín y Patricia Reyes Spíndola so pretexto de que venden más, de que dejan más “rating” y no sé cuántas otras locuras.
Ya vi el patético final de todo esto. ¿Ahora entiende la gravedad de lo que sucedió en esta fiesta?
No se me distraiga con el glamour, con los afrodescendientes ni con todas las correcciones políticas que los organizadores de esa fiesta nos restregaron en la cara para salir bien parados.
Alguien tiene que hacer entrar en razón a las cabezas de ese organismo porque lo del premio a la taquilla no fue el único indicador de decadencia que presenciamos el domingo pasado. ¿Qué me dice de lo del stand-up comedy?
A ver, a ver, a ver. Atrás de los Golden Globes está la prensa extranjera de Hollywood, ¿verdad?
¿Qué es lo que le debe de interesar a la prensa extranjera de Hollywood? Obviamente lo que trasciende y llega a sus países como el cine y la televisión.
¿Qué demonios le puede interesar a un periodista de Pakistán, por ejemplo, un espectáculo de stand-up comedy que se presenta en un teatro de California?
Es un insulto para él, para sus lectores y para su nación. Es un imperdonable ejercicio de imperialismo cultural. Es perder la brújula a un nivel aberrante.
Va más allá de la soberbia. Es no entender el papel de la prensa extranjera ni en Hollywood, ni en sus países de origen ni en ningún lugar del mundo.
Si hubiera un poquito de sensatez en esas personas, en lugar de haber metido estas ternas, hubieran perfeccionado las que tenían antes y hubieran corregido, de una buena vez por todas, errores gravísimos como juntar a los musicales con las comedias.
¿Pero sabe usted qué fue lo peor de todo lo que vimos el 7 de enero?
No fue la conducción, no fue que se notara que muchas de las estrellas que condujeron no le echaron ni tantitas ganas como para leer con anticipación lo que iban a decir para no hacer el ridículo, ni muchas otras cuestiones de color.
Lo peor fue el silencio alrededor de las huelgas de Hollywood. Sí, por ahí “salieron”, pero no bastaba con que “salieran”. Tendrían que haber salido bien.
Se tendría que haber profundizado en eso, en lo que se ganó, en lo que falta, porque falta mucho, y la razón es muy simple: los Golden Globes parten de la prensa y eso es, lo que se supone, le interesa a la prensa.
Para lo demás están el Oscar, los Emmys, los Critics’ Choice Awards y los otros premios estadounidenses. No nos confundamos.
A mí no me gusta jugar a descalificar a los influencers afirmando que no son periodistas ni participar en muchas de esas polémicas huecas que a cada rato aparecen tanto en los medios tradicionales como en las redes sociales.
Pero no se necesita tener doctorado en periodismo para detectar que las personas que están detrás de los Golden Globes ya no son las que estaban antes ni que las que cubren Hollywood hoy ya no cubren como se cubría antes. ¿O usted qué opina?