La estrategia histórica estadunidense para afrontar una guerra, así sea inventada, se apoya con variantes mínimas en un estereotipo de enemigo que siempre implica una mirada racista: los indios, los negros, los japoneses, los comunistas, los vietnamitas, los árabes, los latinos y, ahora, los narcos mexicanos. Cambian los presidentes pero no los métodos. Cuando las cosas se complican, Hollywood siempre está a la vuelta de la esquina para subirse a la trama, su especialidad.
Del salvaje oeste a Indochina, del macartismo a la invasión a Irak, de Nixon a Bush y de Clinton a Trump, el enemigo es El Otro en el sentido discriminatorio y la víctima, por supuesto, también debe responder a un estereotipo que deberá venir soportado por la propaganda literaria y cinematográfica. En el libro La pesadilla terrorista, ya citado antes en este espacio, Susan Faludi recuerda cómo es el propio sistema de poder el que comienza por generar amenazas y entonces hay que acudir a John Wayne o a Rambo, a Clint Eastwood o a Bradley Cooper, para rociar de napalm a los escurridizos orientales y sacar a los rojos ocultos en el armario, siempre salvando a una patriota dama en apuros.
Hoy un episodio poco esclarecido y aún con mucha bruma por disiparse, devastador en su magnitud, el asesinato a sangre fría de nueve integrantes del clan LeBarón en la frontera Chihuahua-Sonora, ha dado el pretexto ideal a Donald Trump para dar otra vuelta a la tuerca de su relación con México, con efecto doble, pues ratifica el trato duro que le aplaude la facción antimigrante y desvía la lupa del proceso de juicio político en su contra.
Escribe Faludi que después del 11-S se intensificó una campaña en todos los medios con la reivindicación del “regreso del hombre viril”, “la cultura del guerrero” y con una consigna: el fin del feminismo. “Entre todas las reacciones extrañas que tuvo nuestra cultura ante el 11-S, puede que la más inoportuna fuera el deseo de poner freno a una población femenina liberada. Por alguna turbia asociación de ideas, la independencia de las mujeres tenía que ver con la capacidad del país para protegerse”, dice la Pulitzer 1991.
Curioso: en el año #MeToo, el sistema gringo ha encontrado otro objetivo terrorista.
@acvilleda