Rafael Pérez Gay ha desplegado en unas cuantas páginas, apenas 166 que se antojan pocas, un cúmulo de recuerdos de un protagonista que puede ser el narrador en varias vertientes que lo caracterizan. De su gusto por la crónica urbana a la hemeroteca, de los amores de adolescencia al Necaxa, de la literatura al cine y de la realidad a la ficción, con pasaje de vuelta y vuelta de tuerca de remate.
En Todo lo de cristal (Seix Barral, 2023) el primer enigma es el género, porque vale como crónica, biografía parcial, testimonio desde el futuro (espanta al autor saber todo de aquellos atrapados en una instantánea hace cuatro décadas) o, en corto, una gran novela. Si Pacheco nos había regalado la gran estampa de la colonia Roma en Las batallas en el desierto, hoy Pérez Gay hace lo propio en un viaje retrospectivo a la Condesa, con paradas en la Anáhuac y en muchas esquinas del Centro Histórico.
Un juego de miradas desde distintos tiempos que no se vale adelantar tiene un desenlace en modo Borges y aquel texto sobre “La rosa de Coleridge”, pero Rafa no necesita citarlo, porque su rica cultura le da pie para hallar el vínculo a partir del escritor Joseph Heller y una carrera perdida en el tiempo, atrapada en el papel y la memoria, del maratonista Mamo Wolde. Otro metaverso, si usted quiere.
Un adulto haciendo memoria acaso no se da cuenta de que hay algo de enfado en su prosa, puede ser el dinero. Lanza a la primera provocación la palabra “cólera” y aparecerá a menudo, a veces porque sí. Pero Rafa es Rafa y, como a aquel personaje matón de Tarantino (¿hay otros?) en Django sin cadenas, no puede evitar su naturaleza: el humor se multiplica y aquí tiene a su amigo muerto de risa en pleno vuelo Cancún-Estambul, sobre todo con aquello de la mascarilla de grasa Amberes y las maracas.
Tampoco les diré, por supuesto, por qué se llama como se llama este libro, pero acaso lo adivinen pronto en estos pasajes que se dieron espacio para el rock: desfilan Santana, Clapton y hasta Procol Harum con un gran dato. Sí les diré, en cambio, que las sirenas no existen, pero de que cantan, cantan; y que los fantasmas tampoco, pero de que ya no usan sábanas y se pasean por la Condesa… pregunten al gran Rafa Pérez Gay. Librazo.