Umberto Eco lamentaba no la proliferación de redes sociales, mucho menos el avance de la tecnología de la información, pero sí la posibilidad de que una legión de idiotas pudiera dar su opinión. Semiólogo, medievalista y experto en temas de la comunicación de masas, el autor de El nombre de la rosa alertaba sobre la apertura indiscriminada que internet ofrecía para que sin filtro alguno circulara todo tipo de narrativa.
La explosión del fenómeno desde la muerte del italiano, con más y muy sofisticadas plataformas, ha complicado la ecuación a una velocidad inusitada. Si usted se asoma hoy al libro Homo videns de Giovanni Sartori experimentará la sensación de un viaje a un pasado harto remoto y no se diga una obra más reciente, The Game, de Alessandro Baricco, ambos pensadores italianos ocupados de esos temas. El autor de Seda, de hecho, ya antes ha debido escribir un nuevo texto para actualizar el anterior frente al vértigo tecnológico.
Por eso no deja de sorprender el hecho de que un lingüista experto en asuntos de la relación del lenguaje con el conocimiento y la cultura, Noam Chomsky, haya sido matado por las redes sociales y de ahí, como prevenía Eco, la especie haya brincado a los medios tradicionales, cuyos filtros cedieron a la tentación de ganar la nota, lanzar la primera notificación y desatar una cascada de clics, lo que pone en línea a esas empresas que tienen un prestigio que cuidar con cualquier hijo de vecino con un blog. Otra vez, la pesadilla de Eco.
Debe haber una infinidad de ejemplos, pero uno clásico es el de un despacho de una agencia europea con oficinas en México matando a Octavio Paz, cuando había competencia por notas exclusivas, entrevistas, reportajes y crónicas, bien definido cada género, y no disputándose la acumulación de paja por separado para abultar el recuento de visitas de forma artificial en portales, mezcladas informaciones periodísticas con tonterías anecdóticas y memes.
No me malentienda, querido lector, yo disfruto mucho los memes y estoy seguro de que también muchos de ustedes y Baricco y quizá hasta Chomsky, ahora que lo dieron de alta del hospital. Pero confundir contenidos y publicar sin confirmaciones no debieran ser tema en los medios, por mucho avance tecnológico y hambre de clics.